La vida o la muerte

La vida o la muerte

Muchos coincidimos en afirmar que el don más preciado de la especie humana es el de la vida. Luchamos en la vigilia y en el sueño a favor de la existencia; nadie en su sano juicio opta por morirse. La imaginación contempla a sus seres amados en una coordenada temporal eterna.

Hablamos del derecho a la vida, rechazamos la pena de muerte y como símbolo del galeno practicante fijamos la mirada en el lienzo del médico que arranca al enfermo de los brazos de la muerte. Los indicadores del desarrollo en las naciones fijan su vista en la morbilidad y mortalidad poblacional, mientras menores sean esos  numeritos  mejor posicionado en la escala del progreso se cataloga al país. ¡Vida eterna clama el pueblo para su idolatrado líder!

Siendo que amamos y reiteramos nuestras esencias cristianas entonces ¿Porqué matamos? Puesto que todos somos hermanos ¿A nombre de qué le arrancamos la vida a otro semejante? Nos relata Mateo en el versículo 16 del capítulo 19 del evangelio que el joven rico preguntó a Jesús: “Maestro, ¿qué obras buenas debo hacer para conseguir la vida eterna?… Si quieres entrar en la vida eterna, cumple los mandamientos. El Joven dijo: ¿Cuáles? Jesús respondió: No matar, no cometer adulterio, no hurtar, no levantar testimonio falso, honrar padre y madre y amar al prójimo como a sí mismo.”  Remontándome al año 1511 y parodiando a Fray Antonio de Montesinos en su sermón de adviento os digo: “¿Estos, no son hombres? ¿No tienen almas racionales? ¿No estáis obligados a amarlos como a vosotros mismos? ¿Esto no entendéis?  ¿Esto no sentís?

 La Declaración Universal de los Derechos Humanos fechada el 10 de diciembre de 1948 reza en su artículo tres: “Todo individuo tiene derecho a la vida, a la libertad y a la seguridad de su persona”. En junio de 1999 la Unión Europea redactó su Carta de los Derechos Fundamentales en donde los capítulos 1 y 2 hablan de la dignidad y de la libertad estableciendo el derecho a la vida, derecho a la integridad de la persona, prohibición de la tortura y de las penas o los tratos inhumanos o degradantes; así como los derechos a la libertad y a la seguridad, respeto de la vida privada y familiar. El artículo 37 de la Carta Magna Dominicana dice lo siguiente: El derecho a la vida es inviolable desde la concepción hasta la muerte. No podrá establecerse, pronunciarse ni aplicarse, en ningún caso, la pena de muerte. Para un genuino y verdadero cristiano con o sin uniforme no puede haber argumento ni retórica alguna que valide el acto mediante el cual se prive de la vida a un ciudadano cualquiera que sea su origen, etnia, edad, género, ni estado socioeconómico. Ninguna situación coyuntural justifica la violencia como método para combatir la inseguridad, el delito y la pobreza. Dijo Martí a finales del siglo XIX: Quien calla otorga. Juan Bosch a finales del 1968 sentenció: Yo no voy a morir en la mentira.

Seguiré apostando a la vida en contra de la muerte, aunque me cueste la vida.

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