«La vida se está enamorando de mi…»

<STRONG>«La vida se está enamorando de mi…»</STRONG>

En algún momento llegué a pensar, la gente no es feliz, y los que dicen que son felices: o mienten o están medicados, o se medican ellos mismos.  Luego pasé por otra etapa, la de pensar que la felicidad es una decisión, lo cual siempre se ve más posible, en los libros o en un sticker, que en la vida real.

Más tarde asumí la teoría de “usted recibe lo que da” y parecía el slogan de una Compra y Venta. Después alguien me habló de ser racionalmente feliz: una vida tranquila, sin tragedias mayores, no hay quejas. Moví la cabeza de izquierda a derecha, lo sentí valioso, incuestionable, pero precisamente lo “incuestionable” era lo que no me encajaba.

Una vida llena de preguntas siempre es más interesante cuando las intentas contestar y eso implica salir de “la vida tranquila racionalmente feliz”. Y yo que vivo dando más vueltas que un trompo, me encontré con esta historia: Un famoso psicólogo newyorkino contaba como su único hijo, tenía la extraña fascinación por ver a las palomas comer, decía que esto le producía mucha felicidad, y que no podía parar reír.

 “Ciertamente era ridículamente maravilloso verlo reír  mientras las palomas disfrutaban el exquisito manjar de migajas de pan. Ellas se alimentaban y yo también viendo a mi hijo transpirar felicidad genuina. Una noche mi hijo preparaba migajas de pan para las palomas, con la particularidad, de que estas migajas estaban moldeadas como pequeñas bolitas, de manera tal, que las palomas no tuvieran que hacer el menor esfuerzo para comerlas bastaba con recogerlas del piso. Mi hijo les llamó: “Migajas de pan listas para comer”.

Se dedicó todo el día a prepararlas con gran concentración y empeño varias bolsas repletas de estas “Migajas listas para comer” . Al día siguiente era Domingo, nos fuimos a Central Park, a hacer nuestro delivery. Caminamos, nos sentamos, esperamos a nuestras clientes hambrientas, esperamos, durante horas, cada segundo para mi hijo era interminable y lastimoso.

NO llegó una sola paloma, ese día.  Mi hijo molesto y cansado al final de la tarde, me pidió que nos marcháramos, y me dijo: nunca más quiero ver una paloma, las odio con toda mi alma y con todas mis fuerzas, fué un mala idea estas estúpidas“ Migajas listas para comer” si las palomas comen sólo cuando les da la gana, no como nosotros los humanos que tenemos que hacerlo todos los días». 

 En ese momento no hubo ningún título universitario, teoría, o estudio conductual que como psicólogo, me concediera la tranquilidad necesaria para accionar ante el dolor y la ira de mi hijo. Era otro padre más queriendo tenderle la mano al hijo amado que va directo al pozo del sufrimiento. Pero comprendí que mi único hijo había recibido ese día, posiblemente una de las lecciones más importantes de su vida, con apenas 5 añitos de edad: Mi hijo quería prolongar y manipular forzosamente esos momentos de felicidad, entonces lo que había sido espontáneo, real y bueno ahora era una angustia y dejó de tener gracia».

Finalmente, lo que pasó a este pequeño de 5 años nos pasa a nosotros los adultos con la felicidad. La vida se enamora de nosotros y diariamente nos regala milagros, que con un poco de suerte y si estamos bien despiertos y atentos podermos recibir, pero una vez, le cogemos el truquito ya queremos venir a hacer “mejoras” y a asegurar todo lo que entendemos que nos produce felicidad, y entonces en esa aseguradera, se acaba la diversión y comienzan las obligaciones, y entonces comenzamos a creernos que para ser felices hay que irse de vacaciones.

Recuerda que uno de nuestros grandes amores es con la vida, y tal vez uno de los mejores regalos que podemos hacerle a la Vida, es vivirla sin prejuicios y sin tanta obsesión por el control. Namasté!

Publicaciones Relacionadas

Más leídas