La vida sigue después

La vida sigue después

Por tradición, estos días de Semana Santa deben estar destinados a una profunda reflexión acerca de las causas humanas y espirituales que provocaron los acontecimientos que el mundo cristiano conmemora en este período tan especial.

Pero por lamentable distorsión,  mucha gente lanza al zafacón la cordura y “aprovecha” el asueto para hacer cuanto desarreglo sea posible, incluidos aquellos que ponen en riesgo la vida propia y la de otros.

Tomar carretera hacia playas y balnearios, hecho con el debido respeto por la prudencia, sería una forma de acogerse a la esencia de este período tan especial de la historia de la humanidad.

El hecho de desplegar un amplio aparataje de socorro es, a la vez que un acto de prevención, una indicación de que el desajuste de muchas conductas hace necesario estar vigilantes y atentos.

Una vocación que siempre hemos expresado, y que reiteramos ahora, es la de que cada uno ponga sano juicio en cada acto, de manera que la prudencia y la prevención sean la guía clave en la conducción de vehículos, en el disfrute del baño de mar o río. Debemos ser prudentes, manejar a la defensiva y libre de los efectos de bebidas alcohólicas. Se puede disfrutar siempre que se tenga pendiente que la vida tiene que continuar después de Semana Santa.

Responsabilidad paterna

El asueto de Semana Santa lleva a muchos jóvenes a extremar los riesgos. Las estadísticas sobre accidentes de tránsito, intoxicación alcohólica y otros percances involucran mayormente a gente de corta edad.

Por esta razón, de mucho peso, invocamos el principio de la responsabilidad paterna para tratar de que los más adultos con autoridad paterna la ejerzan al máximo posible, en aras de prevenir a sus hijos sobre los peligros a que se exponen cuando incurren en desajustes de la conducta.

En otras sociedades, los padres de menores de edad cargan con la responsabilidad de los actos de sus vástagos. Aquí, lamentablemente, esto se practica por excepción, no por regla.

Es preciso que los padres tomen las riendas de la conducta de sus hijos, en el entendido de que cumplen con una gran responsabilidad.

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