Las palabras predilectas del alcalde de Santo Domingo son sin lugar a dudas competitividad y espacios públicos. Erigió su figura política en base al discurso de la búsqueda de la competitividad de la Capital y a la defensoría de los espacios públicos. La búsqueda de competitividad se acompañó de la tecnificación de las oficinas, la eficiencia en las recaudaciones; por lo tanto de la no visibilidad de los responsables de decisiones, la no consulta ni participación de la ciudadanía, por la imposición de la dictadura de la técnica sobre lo social.
Esa eficaz estrategia provocó la despolitización de la gestión, también a partir de redes de complicidades múltiples: en la sala capitular, todos partidos confundidos, donde se aprueba todas sus iniciativas, en particular en los barrios residenciales con los permisos de desregulación de las normas de densidad, y en los barrios populares, donde, con una política de cooptación de ONG y lideres barriales involucrados en particular, en la administración de la recogida de basura, se logró el desinterés, la apatía y la delegación para la solución de los problemas.
En cuanto a la defensoría de los espacios públicos, su táctica es sobre todo mediática. Las canquiñas se han convertido en el buque insigne, cargadas de un mensaje subliminal acerca del derecho de los niños pobres. No importa que se hagan en los espacios muertos de las avenidas en pleno bullicio, contaminación atmosférica y auditiva y casi todas en situación de riesgos para los usuarios. Esa iniciativa se complementa con el cierre del Parque Eugenio María de Hostos, de Güibia y de la plaza Omar Torrijos, privando a los capitaleños de sus espacios lúdicos preferidos.
En lugar de promocionarlos como espacios de convivencia, de oportunidades y de diversidad cultural, el alcalde optó por la gestión y administración de esos espacios públicos, imponiendo usos, restringiendo otros y prohibiendo el espacio a los vendedores humildes del Malecón. Qué decir del Barrio Chino donde impone un orden, prohíbe el estacionamiento, limitando así nuestra libertad de movimiento, de uso y disfrute de un espacio urbano, en nombre de qué? De una supuesta norma urbanística, que no puede justificar.