La violencia al margen del género

La violencia al margen del género

POR FÁTIMA ÁLVAREZ
Se supone que una relación pasional entre hombres y mujeres (no tan literal, sino entre hombres y entre mujeres) debería estar revestida de toda la comprensión que amerita la vinculación amorosa entre personas del mismo sexo, por lo tanto, de la misma catadura emocional y con las mismas significaciones y apetencias. Moral, religión y biología aparte.

Pero no es así. Las comunidades de homosexuales y lesbianas, por sólo mencionar las más conocidas entre las “alternativas”, cargan a cuestas la necesidad de avanzar culturalmente en el reconocimiento de los derechos que les ubiquen dentro de una diversidad sexual. Además, los homosexuales y las lesbianas luchan por la erradicación de la discriminación social como grupo minoritario, viven su propia lucha interna por lo que sugiere “salir del closet” y, por si fuera poco, las implicaciones de una relación de pareja violenta.

 La doctora Sheilla Rodríguez Madera, directora ejecutiva de la Comisión para la Prevención de la Violencia en Puerto Rico, y José Toro Alfonso, catedrático asociado de la Universidad de Puerto Rico, han presentado a la comunidad GBTL (gays, bisexuales, transexuales y lesbianas) y a la comunidad dominicana en general, un estudio puertorriqueño sobre violencia entre parejas de igual género titulado: Al margen del género: la violencia doméstica en parejas del mismo sexo.

El mismo es el producto de un levantamiento de informaciones y análisis sobre las relaciones de poder y el sistema de jerarquización entre homosexuales y lesbianas, realizado con una muestra interesante de parejas y con el apoyo de estudiantes de la Universidad de Puerto Rico. Al mismo tiempo, Rodríguez Madera y Toro Alfonso tomaron muestras de este tipo de pareja en la sociedad neoyorquina, como una forma de conocer las diferencias y similitudes de la violencia con las parejas de la diáspora.

El libro es el resultado de un trabajo de cinco años, sobre todo en parejas que viven con el VIH. Tanto Toro como Rodríguez establecen que la violencia en este tipo de pareja está sustentada en las relaciones de poder, que se fortalecen a través de elementos como la personalidad, nivel social, nivel de profesionalidad, atractivo físico, entre muchos otros.

Es a través del reforzamiento de estos elementos como se crean las relaciones de subordinado y subordinante que originan la violencia entre parejas.

Pero a diferencia de lo que ocurre en las relaciones heterosexuales, en la que cada miembro de la pareja asume un papel determinado en la relación, con los homosexuales y las lesbianas no se produce el mismo sistema de jerarquización, sino que la pareja que en una relación actúa como subordinante, en otra, o en otra faceta de la misma relación, puede ser fácilmente la subordinada.

“En este tipo de pareja se ve fácilmente que un hombre fuerte y muy masculino es agredido por su pareja homosexual más débil y con menos manifestaciones de masculinidad. Esto tiene que ver con la dinámica del poder”, dice el psicólogo Toro Alfonso.

Y es que, según explica la doctora Rodríguez, los sistemas de jerarquización creados para modelos heterosexuales no funcionan exactamente igual en las parejas homosexuales y lésbicas.

“Esto exige una mirada diferente a las explicaciones sobre la violencia doméstica en general, es cierto que el patriarcado instauró un modelo de violencia de género, pero este modelo, aunque está cimentado en las mismas bases de la violencia al margen del género, no responde igual en las relaciones homosexuales y lésbicas”, dice Toro.

Resaltan los profesionales que existen paralelismos entre la realidad de la comunidad GBTL puertorriqueña y la dominicana, e incluso la latinoamericana y que en los casos de violencia física e incluso muerte, la literatura apunta que son más frecuentes en relaciones esporádicas o citas, pero que la violencia que se registra en parejas lésbicas y homosexuales establecidas es generalmente de carácter emocional,  a través del chantaje u otra distorsión de la conducta.

“La violencia en este tipo de pareja se manifiesta en diferentes dimensiones. Los ejemplos familiares, los sentimientos primarios, los ambientes sociales cargados de violencia, máxime cuando las normativas no lo regulan, la carencia de experiencia para manejar resolución de conflictos, todo esto favorece a que los miembros de la pareja opten por ser violentos”, dicen los profesionales.

“Esto nos remite a lo privado, cuando en realidad esto es un problema de salud pública. La violencia sexual puede ser llevada a partir de la amenaza de contagio, en los casos de VIH; otro dispositivo de poder es la amenaza de decirle a terceros que la persona es homosexual”.

“En lo relativo a la violencia transmitida a los dependientes, la dinámica es la misma para hetero y homosexuales. La razón principal es la normalización, tanto en el tema de la violencia como de parejas. Por eso creemos que desde la academia hay que buscar respuestas”.

Para Denisse Paieowonsky, profesional de reconocida rigurosidad académica y presentadora del libro-estudio, esta realidad está latente y no por soterrada es menos cierta. A su juicio, se le presta poca atención al nivel social debido a razones de tipo homofóbicas, de invisibilidad de los “gays” y las lesbianas, reticencia de la comunidad GBTL a reconocer el problema, desprotección social y muchas otras razones.

Cataloga la situación como de carácter social, de salud, de reconocimiento de derechos, ya que en el país este tipo de relaciones se dan en condiciones de clandestinidad.

“El libro visualiza el problema de contribuir a la reconceptualización de la violencia dominicana. Al mismo tiempo, presta atención a los marcos teóricos desde los cuales se manifiesta la violencia”, dice Paieowonsky.

Este tema agotaría estudios en muchísimas vertientes y con muchas aristas, pero los principales son: diferencias entre los patromes que asumen, la no existencia de un papel fijo y el enfoque de Paieowonsky que para analizar la violencia de género entre personas de igual sexo habría que abandonar el paradigma de género y que los factores culturales y de poder como condicionante de la violencia colocan en situación de inferioridad  a la víctima frente al agresor.

La pregunta sería, en vista de que para los autores el poder es lo que determina la violencia y no el género, ¿es la figura del patriarcado, –origen de las relaciones de poder familiares–, intercambiable en las relaciones homosexuales y lésbicas?

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