La violencia doméstica

La violencia doméstica

Se ha definido a la violencia como “el uso de una fuerza, abierta u oculta, con el fin de obtener de un individuo o de un grupo lo que no quieren consentir libremente”, y según el Consejo de Europa la violencia familiar es definida como “Toda acción u omisión cometida en el seno de la familia por uno de sus miembros, que menoscaba la vida o la integridad física o psicológica, o incluso la libertad de uno de sus integrantes, que causa un serio daño al desarrollo de su personalidad”.

Si bien el fenómeno es de gran complejidad e influido por numerosas variables, la pobreza aparece claramente como un factor de riesgo clave. Las realidades cotidianas de desocupación, subocupación, informalidad, y otros procesos de deterioro económico tensan al máximo las relaciones intrafamiliares y crean ambientes propicios a este fenómeno, fatal para la integridad de la familia.

La violencia doméstica no es solamente el abuso físico, a través de golpes, heridas e incidentes graves, sino también el abuso psicológico, que es más espantoso aún por los traumas que causa. Principalmente este tipo de abuso se percibe, por insultos (abuso verbal), manejo económico, amenazas, chantajes, intimidación, control de las actividades, abuso sexual, aislamiento de familiares y amistades, prohibición a trabajar fuera de la casa, abandono afectivo (desprecio), humillaciones, o por poco respeto a sus opiniones. Se puede decir que hay violencia simple y sencillamente cuando se ataca la integridad emocional o espiritual de una persona.

Las distintas formas de violencia que solemos sufrir tienen resonancias emocionales personales en cada uno de nosotros y forman parte de nuestras experiencias cotidianas en las más disímiles circunstancias.

Es preciso aclarar que a la violencia física precede, a veces, años de violencia psicológica, ya que la misma se detecta y se reconoce con mayor dificultad. Quien ha sufrido violencia física tiene huellas visibles e inconfundibles que le permiten aceptar y reconocer con más facilidad el abuso que recibe y  por ende, puede lograr ayuda más fácilmente. Sin embargo, a la víctima que lleva cicatrices de tipo psicológicas le resulta muy difícil identificar y demostrar sus abusos, puesto que pocas veces tiene forma de comprobarlos.

Lo más preocupante es que la violencia doméstica es a su vez un modelo de referencia con posibilidades de ser reproducido por los hijos, lo que muchas veces llevará también a que constituyan familias con serias deficiencias. Diversos estudios  indican que la tasa de conductas de este orden, de los hijos que han visto en sus hogares este comportamiento  y no han recibido la ayuda psicológica necesaria, supera ampliamente a las observables entre quienes no han tenido este tipo de situación en sus familias o entre quienes lo han tenido pero han podido recibir sistemáticamente el tratamiento necesario para enfrentarlo y superarlo adecuadamente.

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