La violencia empaña el día de las madres

La violencia empaña el día de las madres

FABIO R. HERRERA MINIÑO
Es la víspera del día que los dominicanos recordamos con cariño a ese abnegado ser que sostuvo la vida de una criatura indefensa por nueve meses, luego supo y se ocupó de ser la orientadora para la formación de esa criatura, tratando en la mayoría de los casos de la maternidad, formar seres útiles a la sociedad.

Parecería un contrasentido que hoy mezclemos otro aspecto que a todos nos preocupa, pero con mayor temor a las madres, que viven en la incertidumbre de que a sus hijos no les ocurra nada, o que se vean atrapados por la violencia que nos arropa, que cada día tiene su cuota de víctimas, ya sea por intercambios mortales con las autoridades o en altercados fatales entre pandillas entregadas de lleno al delito.

En esta ocasión, la sociedad dominicana llega a la víspera del Día de las Madres, conturbada y temerosa por la proliferación de la delincuencia que obliga a todos en las mayorías de sus hogares a encerrarse a cal y canto para evitar ser asaltados, violados o asesinados por los antisociales, que con todo y barrio seguro y un mayor patrullaje policial y controles en las calles, campean por sus fueros, convirtiendo zonas de la capital en cotos cerrados donde las autoridades no se atreven a penetrar.

En la fecha de mañana recordamos a la persona que fue nuestro guía y orientadora en los años infantiles. Fue la consejera en la adolescencia que veía más allá de nuestras actuaciones, advirtiendo errores que podrían dañar las aspiraciones como adultos o perturbar las relaciones familiares.

Esta es ya una celebración que ha perdido su mística de hace 40 ó 50 años, por los cambios acelerados de la sociedad y la economía. Los hogares se han desarticulado cuando ya en las mañanas cada miembro de la familia sale apresurado cada uno por su lado, los padres hacia sus trabajos y los hijos hacia sus escuelas, y en otros sectores de mayor pobreza e ignorancia a sumergirse en el mundo del delito y otros hacia un chiripeo agobiante, pero honesto para sostenerse con magros ingresos y alimentar a sus hijos.

Ya no existen esos hogares tradicionales, que muchos añoran, de la década del 50 o anteriores, cuando en el seno de los hogares, los hijos veían a la madre trabajando duro y llevando a cabo alguna actividad de mini empresa para completar los ingresos hogareños, que en aquellos años no eran muy abundantes. El afán social no se había entronizado en el ánimo de los dominicanos.

En ese ambiente tan conservador, la formación moral y cívica de los hijos tenía a la madre como el ejemplo a imitar y el padre era la voz final para la corrección. No existían muchas desviaciones en los hijos formados en esos hogares tradicionales. Estos fueron afectados con el paso de los años y la prosperidad que experimentó la economía, en que las exigencias de la vida, reclamaba más ingresos familiares para vivir en un ambiente de competencia y afán social increíble.

Pese a que muchos hogares lograron sobrevivir al proceso de modernización y de atropello a los que se consideraban menos aptos o con más escrúpulos inculcados en el hogar de respeto a los demás, fue el inicio de la desintegración hogareña donde ya no había tiempo para las reuniones de hijos y padres. La madre se encontraba indefensa ante un empuje arrollador de las nuevas necesidades en que la maternidad se veía como un eslabón en la cadena económica para sostener el crecimiento de la población y asegurar seres competentes para el futuro. Pero la madre de hoy es un ser más que admirable ya que debe dedicar más tiempo al trabajo fuera del hogar y no descuidar la formación moral de sus hijos.

Otro ingrediente perturbador de la sociedad fue el aumento poblacional, con la gran cantidad de padres irresponsables que ni siquiera se enteraron que habían fecundado el vientre de una mujer para lanzar seres a las calles, que crecieron en la violencia como único medio para sobrevivir en una sociedad cada vez más agresiva y exigiendo que la gente tuviera más recursos para avanzar en el atropello de vivir en la ostentación y el lujo, ya fuera por medios lícitos o ilícitos.

En la víspera de día dedicado a las madres, nos queda el recuerdo de las que ya están ya alojadas en las moradas celestiales, con sus afanes y consejos, cuando superamos más de medio siglo de existencia y nos permiten sumergirnos en un pasado que fue fundamental para formarnos y tener la satisfacción de ser entes positivos a la patria, cuando hoy más que nunca está amenazada por factores externos que tratan de yugular la nacionalidad dominicana.

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