Los comportamientos violentos guardan relaciones con las actitudes emocionales negativas: resentimiento, odio, ira, rabia, venganza, enojo, culpa, etcétera.
El colchón que le sirve de soporte a esas emociones y conductas violentas tiene que ver con frustración crónica, la desesperanza aprendida, el resentimiento social y la impotencia pero, sobre todo, el sufrimiento de la exclusión social, la marginalidad y la falta de habilidades sociales para poder estructurar respuestas sanas y adaptativas.
Esa condición de exclusión se expresa en mayor deserción escolar, embarazo en adolescentes, desempleo, carencia alimentaria y pobreza material y espiritual.
La primera condición del que existe es seguir existiendo, y para eso busca de respuestas inmediatas: microtráfico, arma ilegal, prostitución, mercado ilícito, pandillerismo, bandolerismo, etc. Sin embargo, esa violencia la va estructurando la misma sociedad y el Estado cuando no responde a los servicios del desarrollo social equitativo, humano, decente, con calidad y calidez de los ciudadanos. Es decir, la falta de agua potable, de acceso a la salud, empleo, vivienda, seguridad, ambiente adecuado, generan y condicionan las mentalidades, las emociones y las conductas en los jóvenes y adultos dejándose influir como lideres negativos.
Esos mismos sectores excluidos observan como no existe consecuencia en los de arriba, o la falta de cohesión moral, de ética pública, ni de referentes con modelos sanos y dignos de imitar.
Sencillamente, se genera los ellos y los nosotros los nosotros contra ellos. Esa delincuencia golpea al igual, al diferente, al vulnerable, sin importar las consecuencias, ni el dolor humano individual ni social, todo producto de la deshumanización y el desarraigo social en que ha ido estructurando el carácter social.
Esa violencia expresada en atracos, secuestros, homicidios, suicidios, femenicidios, sicariatos, robos, asaltos y crimen organizado, va a seguir aumentando, debido a que las soluciones planteadas solamente responden a las consecuencias. Las causas sociales aumentan, la corrupción y el estilo de vida desigual de los ciudadanos se acrecienta. Hoy somos un país inseguro, riesgoso, vulnerable a la violencia social y a la cultura de violencia. La propuesta de revisar los códigos penales y del menor si no se acompaña de respuestas de políticos de inclusión se quedará como más de lo mismo.
Mientras tanto las personas viven y sufren la paranoia social producto de violencia social.
Se impone el funcionamiento de las políticas públicas, el control del trafico de drogas, el control del porte de las armas de fuego, los hogares de protección a la mujer víctima de violencia de género, las unidades de psiquiatría forense como auxiliar de la justicia. En fin, hay que sentir la seguridad y el orden para ser feliz y respirar la paz y el bienestar, en pocas palabras.