La violencia: engendro del egoísmo

La violencia: engendro del egoísmo

Cada vez más la violencia nos arropa, nos atemoriza y nos empuja al aislamiento. No existe un rincón social en donde guarecemos para protegemos de los embates de la violencia, que cada día se acerca a los santuarios que hemos querido formar, para apartarnos de un ambiente hostil y amenazador para nuestra supervivencia.

Los últimos 40 años del siglo pasado, junto con la prosperidad mundial, casi todos los países experimentaron ostensibles índices de crecimiento. El muro de contención que representaban las ideas marxistas, para frenar el desenfreno del capitalismo, se desmoronó a partir de 1989.

La humanidad ingresó a una nueva sociedad, con los vicios que ya acarreaba, la desaparición del núcleo familiar, la reducción de los índices de educación y los antisociales agrediendo a los que podían aportarle el bienestar que veían en otros sectores, pero arrinconando a los que todavía creen en la convivencia pacífica y el amor al prójimo.

No existe en la faz de la Tierra una nación que pueda sentirse libre de la amenaza de la violencia, que en otros tiempos se amortiguaba con la muerte de millares de jóvenes en las guerras mundiales, las guerras de liberación y en las luchas fratricidas impulsadas por la ambición de los caciques, en particular en África y América Latina. Allí se consideraban dueños de vidas y propiedades de los entregados al trabajo.

A los dominicanos nos preocupa el auge sostenido de la violencia y sus efectos nocivos en la tranquilidad ciudadana. Ya vemos de cómo en diversos sectores de las ciudades las calles lucen desiertas después de las nueve de la noche, desplazarse para cualquier tipo de evento es previendo los riesgos de esa salida.

El caso de la violencia criolla ha tenido un ingrediente curioso; por desconocimiento, mala fe o involuntariamente, las autoridades, que nos han gobernado desde 1961, la han estimulado con sus acciones indecorosas de llevar a cabo los actos más rampantes de corrupción, y al mismo tiempo, darle las espaldas al sistema educativo, llevando a la ignorancia a millones de seres que, marginados, recurren a la agresión para lograr los medios de salir de la miseria.

Lamentablemente, los políticos se han encargado de estimular las más variadas formas de la violencia; ellos tienen sus cómplices en otros sectores de la sociedad que cegados en su afán de prosperidad les han dado las espaldas a la familia, ya en una disgregación acelerada, destruye los matrimonios, los cuales, en más del 55%, terminan en divorcios. También se cuidan mucho de no cumplir con las obligaciones sociales que contraen al momento de ser más capacitados que la mayoría y hasta apoyan que los políticos en el gobierno no se interesen en la educación de sus ciudadanos más pobres.

Así mismo, la violencia se ha estimulado de forma alarmante con el auge del tráfico y consumo de drogas, que en un mercado abierto y con el apoyo de algunas esferas oficiales, al tiempo que proporciona grandes beneficios, estimula la ostentación en el gasto por lo que todos los adictos a la violencia buscan los medios para lograr alcanzar los recursos que les permitan disfrutar las cosas buenas de la vida como dice la canción, sin importar la familia ni la seguridad de los semejantes.

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