La violencia y el derrumbe del civismo

La violencia y el derrumbe del civismo

FABIO R. HERRERA-MINIÑO
Casi todos los dominicanos estamos muy preocupados al ver cuál es el derrotero de nosotros como Nación, debido a ese comportamiento tan apartado de las reglas del civismo y de la familiaridad que nos está convirtiendo en seres que andamos con el cuchillo en la boca, atropellando a todo el mundo, formando un ente social de la confrontación, que se refleja en la conducta en las calles, el crecimiento indetenible de la violencia y la inseguridad generalizada que se ha esparcido por todas las poblaciones dominicanas.

Se podría decir que la urgencia de los tiempos, en una sociedad globalizada y buscando cada vez más recursos, empuja a todos a que ya la familia se haya desmembrado cuando padre y madre tienen que salir a las calles a buscar el sustento, y hasta los hijos mayores de edad, lo cual empuja a que muchos niños se moldeen al estilo del servicio, si es que se tiene, o de los abuelos, muchos de los cuales están limitados en sus edades a servir de buenos preceptores en la formación del niño.

El hecho de que el 50% de los matrimonios estén en disolución, y se prefieran las uniones por consentimiento, habla a las claras de un fenómeno que no es limitativo al país. Este se extiende por todas las sociedades mundiales. El modelo establecido por Occidente, del buen vivir en base a todo lo que demanda la vida moderna, desde automóviles, vacaciones en resorts, hijos en los mejores colegios y todos los efectos electrodomésticos en las casas, conlleva que exista una severa preocupación que ocasiona estrés en los dominicanos, ya que la mayoría no puede alcanzar ese standard de vida como lo establecen las normas del capitalismo salvaje, como dijera una vez el bien recordado papa Juan Pablo II. Entonces se recurre a lo ilícito para completar ingresos, con el auge del narcotráfico, la corrupción o se colocan en manos del azar esperando que la suerte los beneficie.

Es una grave situación que atraviesa la sociedad. La familia está desintegrada y ocupada en sobrevivir. La escuela es cada vez un mayor desastre con un gremio politizado de maestros que solo apelan a la huelga para reclamar mejoras, mientras el nivel educativo decae a la carrera, manifestándose en la universidad estatal donde llegan bachilleres con hondas lagunas imposibles de llenar y salen profesionales que terminan en otros oficios, o se conocen por su mala ortografía, mala educación o por la mala práctica en el ejercicio de sus profesiones.

Hay un transitar hacia la desintegración, en que la vida política está dominada por esa constante de la mediocridad y del purgante que solo busca beneficios en base a la corrupción que se genera en el disfrute del poder. Esto ha dislocado todas las normas de conducta que una vez tenían los dominicanos y que era un signo de distinción, en cuanto a la solidez familiar. Esta se comenzó a destruir en la década del 70, y se acelera en el siglo XXI, pues todos quieren ganar más con el mínimo esfuerzo, pero no hay tantos recursos al alcance de todos. El ingenio domina cada empresa y solo las más innovadoras pueden sobrevivir a un mundo en que el mercado se globaliza y con el TLC se empuja hacia la desaparición a grupos empresariales que no pueden competir en mercados abiertos, reflejándose en las quiebras, que junto a la presión fiscal, contribuirán a que más rápido desaparezcan empresas o surjan monopolios extranjeros, que lentamente se apoderarán del mercado criollo. Este no puede sostener a sus empresas débiles que estaban sobreprotegidas por los altos aranceles y le darán paso al arrollador avance de empresas sólidas en sus países de origen. Lo menos malo es que devoren a las criollas en «joint venture» u otra figura empresarial.

Al estar enfrentados al grave problema de la rápida desintegración familiar y social eso nos está empujando a que entreguemos al país, sin derramar una gota de sangre, a nuestros vecinos, que pese a su pobreza e ignorancia, conservan y sostienen rasgos de una recia nacionalidad, mucho más fuerte que la nuestra. Vemos como cada día aumenta la población haitiana ilegal, que tiene todo el tiempo del mundo para esperar apoderarse del oriente de la isla de Quisqueya, frente al hecho de que nuestra desintegración moral, cívica, educativa y cultural nos lleva hacia un destino donde el 1822 cobraría vigencia en breves años quizás al cumplirse los dos siglos de la primera ocupación.

Despertemos del egoísmo y sacudámonos de la indolencia y abandono cívico y moral que hace que otros actúen y piensen por nosotros. Cada vez nos ajustamos más a ser los parias del Caribe o el Estado fallido, como ya hemos sido calificados por uno de los tantos organismos internacionales que tienen la vista puesta sobre nosotros para hacer realidad la fusión de la isla, mientras muchos dominicanos ponen sus esperanzas en viajar ilegal a otros países o ver si se enrolan en el narcotráfico ya que los castigos severos en ese sector solo llegan si interviene el gobierno norteamericano.

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