La violencia y la criminalidad

La violencia y la criminalidad

Este “conversatorio” es en verdad un llamado a la reflexión para unir esfuerzos. La violencia y la criminalidad, como fenómenos mundiales, están presentes en todas las vertientes sociales, en calles, en familias, en las parejas. Debemos aceptar que este complejo proceder, como cualquier otra acción humana es el fruto de la interacción entre particularidades personales y contingencias sociales y situacionales.

La violencia es la actividad humana que mayores daños y destrucciones ha causado, independientemente de que sea enarbolada en argumentos de defensa de patrias, banderas, dioses, territorios e ideas. Desde siempre, la ciencia ha tratado de dar una explicación satisfactoria a esas conductas bizarras, al comportamiento inclinado a la criminalidad. Recuerdo cuando de chico leí “El Hombre Criminal”, en la biblioteca de mi padre, que como abogado tenía la obra del italiano Cesare Lombroso, médico criminólogo. De esa obra de gran crudeza me viene a la mente una serie de fotos de criminales y asesinos. En el siglo XIX Lombroso sostuvo que las causas de la criminalidad están de acuerdo con la fisonomía y con causas físicas y biológicas, y que lo genético, observable en los rasgos físicos identificaba al criminal. Si su teoría hubiera sido aceptada científicamente y tuviera vigencia esa arcaica concepción fisonómica, tendríamos hoy que agregarle como factores predisponentes drogadicción, mala educación, marginalidades sociales y la impunidad. Imaginemos por un momento que se persigue como “criminales” a personas de nariz aplastada: estaríamos medio país entre rejas.

No hay consenso en el mundo científico sobre cómo la genética influye en el comportamiento criminal del humano, o si ese comportamiento antisocial es simplemente consecuencia del medio en que se desenvuelve el individuo. Las técnicas de neuroimágenes en neurología son cada vez más sofisticadas y han sido usadas para tratar de determinar la mente del criminal. En un trabajo el grupo Mind Research Network, encabezado por el neurólogo Kent Kieh, estudió con Resonancia Magnética, los cerebros de 96 criminales encarcelados, mientras cumplían tareas que requerían tomar decisiones rápidas y reaccionar de manera impulsiva. Esta investigación, publicada en el “Proceedings of the National Academy of Sciences”, se concentró en el estudio de la actividad de la corteza cerebral del cíngulo anterior (ACC) pequeña parte frontal del cerebro que participa en funciones autónomas y que también regula funciones cognitivas racionales, tales como la toma de decisiones, la anticipación de recompensas, las empatías y las emociones.

Luego de un seguimiento por cuatro años de esos criminales, concluyeron que aquellos ex reclusos que tenía una disminución de la actividad cerebral en el área del cíngulo estudiada, eran más proclives a reincidir y cometer acciones más atroces. Este estudio, así lo admiten sus autores, necesita más sustanciación científica. Pero es un aporte para que quizás mañana podamos determinar a cuáles de los criminales nuestros deberíamos dejar en “resguardo” para salvaguardia de la sociedad toda, que bien merece ser protegida. Es quizás el inicio verdaderamente científico de la “Neuropenalidad”, esperemos. Como el tema de la violencia es tan amplio, con más aristas que un nonágono, invito a mis fraternos amigos, Carmen Imbert, Rosario Espinal, Luis Scheker, Segundo Imbert, José Miguel Gómez, Jesús de la Rosa, César Pérez, Eduardo Prats, Eduardo Klinger, Jesús Feris, Tirso Mejía Ricart y otros que deseen, a tratar el tema de la violencia desde el punto de vista de sus especialidades. Sé que lo han hecho, pero continuemos.

 

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