La fábrica de plásticos que explotó el pasado 5 de diciembre en curso hizo que se retomara el tema de la seguridad en fábricas e industrias y su obligación de cumplir con protocolos de protección a su personal y las comunidades aledañas porque se violaron numerosas reglas y las tragedias humanas pudieron ser mayores si, por ejemplo, los niños hubiesen estado en el comedor destrozado de la escuela cercana. Aquí, en buen dominicano, podríamos decir que la virgen de la Altagracia los protegió, cosa que no pudo hacer con los obreros fallecidos, dentro de los cuales hubo algunos que hubieran podido escapar si no hubiesen estado acostumbrados al ambiente y a no tener miedo en circunstancias parecidas.
Lo que se escucha en la conversación telefónica que recientemente circuló en las redes sociales, entre el propietario del tanquero que descargaba el gas y el dueño de la fábrica de plásticos, es una pugna por el uso de una marca en un proyectado comunicado conjunto, evidenciando el deseo del dueño del camión de que no apareciera la misma en los medios de comunicación.
La dicotomía del conflicto está dada porque, por un lado, se destaca la influencia de los medios (la prensa) en la población y por el otro se trata de supeditar una información valiosa al deseo y/o amenaza de alguien con poder económico. Ojalá la Virgen intervenga en las contradicciones de los empresarios involucrados para que no perjudiquen más a los damnificados, sobrevivientes y familiares de fallecidos en la explosión y así controlar a los espectros malignos y demonios que pretendan distorsionar la verdad metiéndole miedo a los medios.