La visión de Dostoievski en los años sesentas del siglo XIX  

La visión de Dostoievski en los años sesentas del siglo XIX <span></span> 

POR LUIS O. BREA FRANCO
¿Cuál fue el propósito de Dostoievski al escribir “Demonios”? Ante todo buscaba desahogarse elaborando una especie de panfleto político e ideológico contra la generación liberal de los años cuarenta –a la que él por edad y formación pertenecía-; buscaba presentarla como la veía en la primera mitad de la década sesenta, como una generación fracasada que gastó muchas palabras y realizó muy poco; buscaba, además, retratar las limitaciones, la ferocidad, la arrogancia y las contradicciones de la nueva generación de críticos y revolucionarios que aspiraban a ridiculizar, disminuir o destruir los principios y las estructuras sociales sobre la que sostenía el sistema de vida vigente en Rusia.

No debemos olvidar que la situación política había cambiado con la muerte, acontecida en 1855, del déspota Nicolás I y la ascensión al trono de su hijo y heredero Alejandro II; entonces en Rusia renacieron las esperanzas de producir en forma pacífica y ordenada una gran reforma agraria que otorgara la libertad a los campesinos esclavizados.

Los años sesentas del siglo XIX en Rusia, fueron años de grandes reformas: se emprendió, en febrero de 1861, un proceso de transformación de los siervos en libres trabajadores y se establecieron mecanismos para que los campesinos pudieran tener acceso a la tierra –en un proceso que fue juzgado por muchos como sumamente conservador, parcializado a favor de los grandes propietarios y lento, pues se implementaría gradualmente, en el curso de 9 años que concluirían en 1870-; se modificaron los códigos de procedimientos judiciales y se establecieron jurados populares para diafanizar el ejercicio de la justicia. Finalmente, se amplió el marco de tolerancia a las libertades civiles y se atenuó la censura a la prensa y a la difusión de las ideas.

En esta época comienzan, además, a formarse y a dinamizarse por todas partes en Rusia, empresas capitalistas que emplean miles de obreros, y es, también, el tiempo en que comienzan a sentirse las consecuencias de las cambiadas circunstancias sociales; por un lado, aparece la sobrepoblación en las ciudades y la miseria citadina se incrementa debido a la emigración de campesinos sin tierras a los centros urbanos; y por otro lado, alrededor del año 1865 el país sufre una fuerte recesión económica, que Dostoievski refleja en su obra: “Crimen y castigo”. Por aquellos años comienza la transformación del imperio ruso en una nación moderna, capitalista.

Las consecuencias morales de este complejo proceso de transformaciones económicas, sociales, morales y religiosas, vienen descritas y debatidas en las grandes obras que Dostoievski escribe y publica por esos años, desde “Crimen y castigo”, pasando por “El idiota”, “Demonios” y “El adolescente” hasta llegar a su última obra, “Los hermanos Karámosov”.

Dostoievski, inicialmente como discípulo de Belinski y de los liberales de los años cuarenta, había creído en la instauración del socialismo utópico de Fourier, y llegó a considerar la posibilidad de transformar el cristianismo en términos de un humanismo ateo y altruista a través de una lectura –guiado por Belinski- del discípulo izquierdista de Hegel, Ludwig Feuerbach, quien planteaba en su famoso libro: “La esencia del cristianismo”, la posibilidad de transformar el cristianismo en un humanismo.

Sin embargo, la dura experiencia de Siberia y sus contactos vivos, cotidianos, en la cárcel, con campesinos de diversas regiones lo llevó a repensar y replantear el lugar que correspondía, en la mentalidad y sentir del pueblo ruso, a la religión cristiana y a la figura de Cristo. En Dostoievski se produjo una evolución respecto a sus ideas de antaño y al regresar de la “katorga”, del destierro, en el año de 1859, el escritor es un hombre nuevo.

Las nuevas convicciones consolidan cuando en 1862, realiza su primer viaje a Europa –”aquella tierra de santas maravillas”- que en sus sueños de joven revolucionario debía servir de modelo para edificar la cultura moderna en su patria.

Empero, en Londres encuentra sólo cinismo, y en París, hipocresía. Descubre que el burgués es servil y todo lo resuelve con palabras, y sólo en ellas; los principios sirven sólo para ser aireados como banderas políticas y valen sólo para ser fingidos; la libertad es atributo privativo de los ricos; todo se fundamenta en el egoísmo, la violencia de clase, en el abuso y abandono a los débiles, y en el ansia de acrecentar el propio poder.

A su regreso, Dostoievski reorganiza sus ideas y formula una nueva visión de la cultura rusa y de su identidad que defenderá hasta el fin de sus días; el nuevo modo de ver se concentrará en descubrir el modo de arraigar y ser fiel a la tierra, a las raíces culturales y religiosas del pueblo ruso; entiende que Rusia es “una nacionalidad original, y nuestra tarea ha de ser crear una forma de ser nueva, partiendo de lo propio, extraída de la tierra, de nuestro espíritu y principios nacionales”.

Condensa su visión en pocas líneas: “Nuestra idea será la síntesis de todas las ideas que Europa ha creado, empero, la hostilidad que hay entre ellas será reconciliada en la idea rusa. En Rusia hablamos todas las lenguas, comprendemos todas las civilizaciones y defendemos todos los intereses legítimos de la humanidad. Sólo Rusia puede asumir con fraternidad y compasión los sufrimientos humanos. La tierra que nuestros campesinos utilizan como propiedad común nos salvará de caer en la plaga espantosa del pauperismo o proletariado”.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas