La visión actual de la etiqueta y el protocolo

La visión actual de la etiqueta y el protocolo

Madrid. EFE. Como sin duda muchos de ustedes saben, “Pompa y circunstancia” es el título de una conocida y solemne composición del músico inglés Edward Elgar, cuyas notas nos hacen evocar todos los fastos, ceremonias y tradiciones de la Casa Real británica.

Pero la pompa y la circunstancia no deben confundirse con cosas tan sencillas como protocolo y etiqueta, que son asuntos muchísimo menos solemnes y que, lejos de marcar diferencias, son dos útiles herramientas para conseguir que todo el mundo se encuentre a gusto… aunque haya mucha gente que piense que protocolo y etiqueta se han inventado más que nada para molestar a la gente común. No es así, y sobre todo no lo sería, si la educación fuese una cualidad más común en estos días.  El protocolo no sirve sólo para indicar cuál es el puesto de cada cual en la mesa; ni la etiqueta se ocupa exclusivamente de marcar el atuendo de los comensales. Es algo más simple y más completo. Y más en nuestra época, en la que estas cosas se han aligerado considerablemente, cosa que está bien, pero siempre que mantengamos un mínimo de formas, que, insistiremos, hacen la vida más cómoda.

Veamos un asunto que para algunos es vidrioso: cómo servir la comida. Hoy ya no se discute entre el servicio a la francesa, a la rusa o a la inglesa; sólo en casos muy concretos se ofrece la bandeja al comensal para que éste se sirva, una operación que  puede ofrecer dificultades al no iniciado. Lo normal, hoy, y lo aconsejable, aunque algunos viejos tratados de protocolo insistan en el servicio a la inglesa como si todo el mundo tuviera servicio doméstico, es servirlo todo emplatado.

De esa forma, además, se evita otra posible perplejidad del no habituado: el clásico desconcierto ante una exhibición de muchos cubiertos. Ya, de acuerdo: de fuera hacia adentro, fácil. Pero más fácil aun si en cada ocasión el comensal tiene ante sí sólo los cubiertos que corresponden al plato que se está sirviendo, que es lo que debe ocurrir si se sirve ya emplatado. Así, ante cada comensal sólo debería haber el bajoplato, el plato, los cubiertos de ese servicio, la copa de agua y la del vino que corresponda a ese plato. Ya no se lleva la exhibición simultánea de todos los “poderes”: toda la cubertería, toda la vajilla y toda la cristalería al mismo tiempo. No. Eso, en Palacio.

Hay prácticas habituales que tienen razón de ser… y otras que no. Es el caso de esperar a que todo el mundo esté servido para empezar a comer. Eso es factible, y aun exigible, en mesas pequeñas. Con más de seis comensales… será preciso ser corteses no sólo con los compañeros de mesa, sino también con el cocinero, que se ha preocupado de que el plato llegase a la mesa en el punto exacto y a la temperatura correcta.

No esperan, pues, si la mesa es grande.  Hablando de mesas, les recomiendo lo mismo que ya recomendaban los romanos en lo tocante a número de comensales; bien es verdad que ellos comían en triclinio, tres asientos para tres personas cada uno. Pero hoy sigue vigente que el número perfecto de comensales sea “más que las gracias y menos que las musas”. Las gracias eran tres, las musas, nueve.

Así se puede mantener una conversación general, que es lo agradable, en vez de las múltiples conversaciones a dos o tres de las espectaculares, pero odiosas, mesas “imperiales”.

Sentido común

Educación

Después de todo, la mayor parte de estas cuestiones son, simplemente, cosas que indica el sentido común y que se dan por supuestas en una persona mínimamente educada. Ahora queda saber cuán común sea, en esta época, el sentido común… y la educación.

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