La visión de Leonel

La visión de Leonel

UBI RIVAS
En la clausura del seminario alusivo a los Lineamientos de Política exterior, el 13 del presente mes de enero, el presidente Leonel Fernández, con meridiana como responsable actitud, se refirió al término de balcanización del problema que los dominicanos, hoy más que nunca desde 1859, tenemos con el vecino Haití.

Aludía el gobernante al referirse a la balcanización del problema haitiano, lo acontecido el final de la década de los 90 de la última centuria y milenio, en la entonces Federación Yugoslava, donde una cantidad impresionante de albaneses que paulatinamente abandonaron su país y se radicaron sigilosamente en Kosovo, llegó el momento en que exigieron no la ciudadanía yugoslava, sino la creación de una patria albanesa en Kosovo, además de la suya en Albania.

El desplazamiento de los albaneses hacia Yugoslavia fue motivado entre otros pormenores además de la pobreza ancestral albanesa, al régimen de hierro que mantuvo por varias décadas el dictador yugoslavo (croata), Josip Broz, Tito, y lo concerniente a nuestro problema con Haití, los dos cánceres idénticos a los albaneses, la pobreza y la desarmonía estatal y la inviabilidad como país que presenta desde siempre Haití.

Al producirse el genocidio de octubre de 1937 ordenado por el generalísimo Rafael Leonidas Trujillo que segó la vida de unos tres mil a cinco mil haitianos, nunca más porque se cae en la exageración y la manipulación grosera, precisamente por la presencia haitiana de entonces, muy numerosa, que nunca tanto como la de hoy, el país percibió la ausencia de nacionales haitianos hasta 1956, en que el generalísimo Trujillo formalizó un pacto para traer braceros para el corte de caña de sus 12 ingenios, con el dictador haitiano Francois (Papa Doc) Duvalier.

Hasta ese entonces, la presencia haitiana en el país era muy reducida y detectable en los ingenios de la entonces South Porto Rico Sugar Co., luego Central Romana subsidiaria de Gulf & Western y hoy coto de los hermanos Fanjul, cubanos-norteamericanos con sede central en Vero Beach, Florida. Y luego, en los de El Jefe.

Fue el presidente Joaquín Balaguer quien cada año formalizó la contratación cada vez mayor de braceros haitianos para el decreciente CEA, negocio lucrativo en que más de un general de las FFAA y la PN hizo fortuna, con la agravante de que diferente a las contrataciones hechas por Trujillo donde los haitianos retornaban a su país cuando concluía la zafra azucarera, desde entonces una buena cantidad decidió quedarse en el país sin que ninguna autoridad tomara cartas en el caso, que hoy ha devenido en lo que se perfila como una tragedia o la balcanización que el presidente Fernández teme, denuncia, profetiza, con las credenciales que le adornan de estadista, estudioso de la historia, comunicador por antonomasia.

Es lo que este servidor, idéntico a otros comunicadores, historiadores, politólogos, ha venido denunciando, temiendo, avisando, y es ahora cuando el presidente Fernández categoriza el perfil de lo que con propiedad se matiza como la calamidad que se nos avecina, de no aplicarse con rigor, sin atropellos, pero con firmeza, todo el artículo de la ley 285-04 que individualiza todo lo concerniente a la política migratoria del Estado dominicano.

«Que no se pueda cuestionar el carácter soberano de poder repatriar ciudadanos extranjeros ilegales», puntualizó el presidente Fernández en el uso de la palabra al clausurar el seminario aludido.

Eso es precisamente lo que está en entredicho, en disputa, en juego, hoy, la soberanía que languidece, como todos nuestros grandes ex-ríos, agostados y altamente polucionados sin que ninguna autoridad intervenga, y ambas tragedias, para suturar la herida mayor que se avecina, amerita carácter, voluntad política, decisión, coraje y dominicanidad, sin espavientos ni alharacas, con serenidad y espíritu duartiano.

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