La viuda alegre en mi recuerdo

La viuda alegre en mi recuerdo

Corrían los años iniciales de la década del cuarenta, y era yo un niño curioso y sentimental, que se paraba o sentaba en las aceras de las casas de mi barrio San Miguel donde hubiese radios, para escuchar música, o noticias sobre la segunda guerra mundial.

En ese periodo se mezclaban en las radiodifusoras melodías de los géneros popular y clásico, por lo que mis oídos de chicuelo ignorante se deleitaban en ocasiones con obras del bel canto.

Debido a mi temprana vocación melómana pedía en forma reiterada a mi padre, entonces modesto empleado privado, que comprara uno de esos útiles electrodomésticos.

 Y una tarde de un mes cualquiera del año 1944, mi hermana Oneida llegó corriendo al parquecito barrial donde compartía con amigos del sector, para darme la buena nueva de que mi familia había superado la orfandad radiofónica.

Una emisora transmitía un programa nocturno con música de los grandes maestros, del cual me convertí en oyente habitual.

Tuve que soportar las burlas de algunos vecinos, y compañeritos de juegos que calificaban aquellas obras como “música de muertos”, opinión que todavía hoy sustentan algunos desheredados de la sensibilidad estética.

La primera vez que escuché la famosa opereta fue en el tocadiscos de mi tío Teudis, quien ante mis insistentes, y seguramente fastidiosas preguntas acerca de la obra, me dio una somera explicación.

Mi alma de niño quedó deslumbrada ante el mundo de personajes con títulos nobiliarios, y el poder casi mágico del dinero, que surgió de los labios de mi pariente, mientras se sucedían las piezas musicales brotadas de la inspiración de Franz Lehar.

Años después, iniciado en el disfrute de la llamada música culta, he escuchado y disfrutado a través de casi todas las formas de grabación y en la internet, de los personajes que primero concibió en forma de comedia, el escritor Henry Meilhac.

El romance de la viuda millonaria Hanna Glawari y el conde Danilo Danilovitsch, unido a las melodías bellamente alegres que lo enmarcan, estará ante un público seguramente a casa llena, en el Teatro Nacional los próximos días 23 y 24.

Un oportuno refrigerio espiritual en la caldeada atmósfera veraniega que nos ha tocado padecer.

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