La vorágine social de los contrastes

La vorágine social de los contrastes

El descontento que nos arropa, por la descarada y nunca bien aclarada crisis energética, ha sido motivo para la erupción de continuas protestas en una buena parte del país, en donde los ciudadanos solo tienen el recurso de protestar en las calles debido a la incapacidad y mentiras de quienes deben asegurarle a la población la calidad de vida, estos no dan pie con bola con sus mentiras.

La población, disgustada por un gobierno lento en resolver las deficiencias y acosado por un déficit presupuestario de envergadura, por aquellos gastos alegres de la campaña reeleccionista, se ha ido sumergiendo lentamente en la vorágine de la temporada navideña, y aún cuando el dispendio no es tan notable como en años anteriores, ya vemos de cómo se ha ido complicando el tránsito por la gente movilizándose por todos los lugares.

Es admirable de cómo se produce una mezcla en la conducta social, que tan solo los dominicanos pueden asimilar ambas situaciones, sin que una opaque a la otra. Así, el dominicano pasa del ardor de una batalla callejera, quemando gomas y enfrentando a las autoridades, para apartarse de ese desasosiego y dedicarse a disfrutar en estas Navidades de la compañía de los familiares y amigos y de los que llegan desde el exterior, que en menor cantidad de los años anteriores, siempre aparecen para compartir con los que hace tiempo no veían.

Esa dualidad en la conducta, una de las características de la raza criolla, contribuye a que los demagogos políticos se aprovechen de la misma, para en base a engaños y falsas promesas, prometer obras, soluciones y reclaman paciencia para que los problemas, creados por ellos mismos, y no los resuelvan como ocurre con la crisis energética y falta de mantenimiento a las obras públicas. Por la falta de luz se atraviesan espasmódicos estados de mejoría, cuando el gobierno tiene que cumplir sus compromisos, después que se registran actos de violencia en las calles y deben abandonar por momentos su oficio de mala paga, al retener indebidamente los pagos de cumplir con esos inefables subsidios eléctricos.

Vivimos en un país muy especial, y los que exhibimos canas, recordamos las vicisitudes del período de 1961 a 1966, cuando en el fragor de las pasiones políticas desatadas y cada quien atrincherándose para el futuro, hacía una pausa para el descanso y las tertulias. Los enfrentamientos fratricidas de abril de 1965 fueron muy peculiares en su ocurrencia, ya que era una pausa obligada a la hora del almuerzo y la siesta. También se compartían los tragos que entonces sabían mejor por la escasez de hielo.

Las presentes generaciones se han modelado en un crisol muy peculiar en donde los valores, que eran el norte de las generaciones del 50 al 70, y nos permitan soñar quiméricamente en la redención del pueblo para vivir en una sociedad más justa, desaparecieron. Ahora hasta las protestas tienen un trasfondo hacia un objetivo de lograr prebendas, y los que no se sumergen en esos menesteres, andan con el cuchillo en la boca y más si son jóvenes empresarios que arrollan a su paso a quien se le opone a un enriquecimiento veloz.

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