Hablando, inevitablemente, a partir del éxito rotundo de su carrera, de sus hazañas beisboleras, de su origen humilde y su tradicional vocación de servicio, Samuel Sosa, el Bambino del Caribe, formuló un llamado para que la generosidad de todos los peloteros dominicanos de Grandes Ligas se extienda prontamente hacia los miles de sus compatriotas que han perdido sus escasas pertenencias y que, tras las inundaciones provocadas por la tormenta Noel, se encuentran en dolorosa situación.
El propio Sammy adelantó su regreso al país, tras concluir la temporada en Estados Unidos, y trajo su avión particular cargado de ayuda para damnificados. De inmediato se declaró abierto a las urgencias y necesidades de sus compatriotas.
La solidaridad de los dominicanos de buena posición económica hacia los que están en la escala social baja, y tocados por el infortunio, debe ser una fuente importante de recursos para la mitigación de sufrimientos.
Los jugadores del béisbol de más calidad en el mundo pertenecen, como es lógico suponer, a la clase económica de la que puede provenir un auxilio importante para las víctimas del fenómeno atmosférico.
El llamado de Sosa debe hallar fecundidad en los oídos de sus colegas, que en casi un cien por ciento, provienen de la misma cuna humilde de los dominicanos que hoy se encuentran en estado de calamidad.
Desde luego que la obligación de acudir con socorros a las zonas de emergencia corresponde por igual insistimos- a todos los dominicanos de niveles económicos medios y altos.
Golpe severo
La agricultura moderna, la del aprovechamiento intensivo de la tierra y las tecnologías avanzadas; la de ambientes controlados y estándares de primera en la calidad de los productos para el gusto exigente de consumidores externos, fue azotada rudamente por las aguas y los vientos.
La producción de vegetales chinos, de aguacates selectos y de otros rubros que alcanzan ya alto nivel como fuentes de divisas, fue destrozada de manera importante en las regiones Norte y Sur.
Plantaciones de plátanos y tomates, que también alimentan un productivo comercio interno y externo y a un bien desarrollo sector industrial, están en el gran total de pérdidas cuantiosas de la agricultura dominicana que ha pasado por su más negra semana en muchos años.
Ante una realidad tan negativa es necesario que las autoridades nacionales conviertan en hechos muy palpables sus promesas de ejecutar un gran programa de asistencia a los productores, incluyendo la rehabilitación de carreteras y caminos en el más corto plazo.
Se da por cierto que las reservas de divisas y de liquidez en moneda local del sistema financiero nacional, pueden servir de base a cualquier esfuerzo extra que sea necesario para levantar de sus daños a la producción agrícola.
El Estado no debe demorarse un solo minuto en la aplicación de un programa que dirija o incentive créditos de emergencia al campo y libere de trabas las importaciones de equipos e insumos. Como exportadora de vegetales, República Dominicana debe conservar prestigio de proveedora confiable; que puede caer, momentáneamente, pero que sabe levantarse.