La XXVIII Bienal nos acerca

La XXVIII Bienal nos acerca

Cuando escribo, tengo por norma no personalizar textos sino tratar de emitir conceptos que, si bien serán subjetivos y apasionados, reflejan una corriente de pensamiento. Esta vez, va a ser distinto… no evadiré el yo. Por haber ejercido la crítica desde mediados de los setenta, he participado en prácticamente todas las reformas de la bienal, y me enorgullezco de haber apoyado siempre un discurso innovador y contrario al conservadurismo estéril.

Intervine para introducir la fotografía, las imágenes en movimiento, la instalación, la cerámica, la “obra” abierta aun, mientras el “performance” no se perfilaba entonces como categoría, excepto en las acciones artísticas plurales de Silvano Lora. Y por supuesto no he cambiado, defendiendo rabiosamente el arte contemporáneo (Quintapata por ejemplo), negada a ser el portavoz de nadie –tendencia, grupo o sector–.

Permanencia de la obra. Ahora bien, una bienal –sobre todo “pública”– no es una manifestación ordinaria y discrecional, un evento abstracto cuyos parámetros se rigen en un desierto, una reivindicación de quienes rompen con la tradición nacional porque el mercado del arte suele negarles oportunidades, desgraciadamente.

Reitero que el archivo documental de un museo solo interesa a una élite de expertos –a esa minoría me refiero–, así mismo, en otro orden de ideas, los extensos ensayos de catálogos. El gran público, de diferentes generaciones y orígenes sociales, –que se debe acoger, seducir, conquistar, educar–, ese público necesita y quiere la obra original. La vocación, el goce y la sed de conocer no se suscitan con fotos o escritos, conceptos o postulados teóricos. Una bienal dura tres meses, sus resultados tangibles continúan, ojalá permanentemente cuando lo ameritan. Que se arrasen y se eliminen, se conviertan en madeja de hilos o se vuelvan una serie de paqueticos dormidos es una barbaridad, y sin mencionar adrede la parte económica. Lo efímero o destructible es un lujo, excepción obvia al respecto, el “performance”, por su misma naturaleza.

Hay también otra realidad. En buena medida, los premios de bienales constituyen el fondo patrimonial del Museo de Arte Moderno: deben sobrevivir, preservarse y exhibirse en la colección permanente. Es un aspecto a tomar en cuenta y no solo aquí, mundialmente los museos carecen de espacios y difícilmente crecen sus superficies… Raramente caben las instalaciones gigantescas, menos las insalubres.

El equilibrio. Entonces, se legítima un equilibrio entre diferentes médiums: ¡que, sin descartar a ninguna formulación y/o expresión, se salvaguarden el lugar y el valor de la pintura –nuestra categoría dominante, aun en los talentos emergentes- y del dibujo, que se recuperen la escultura, la cerámica y la gráfica!– Psicológicamente, es fundamental para un artista saber que la categoría en la cual va a concursar se evaluará según sus méritos propios… y no inmersa dentro de un conglomerado polifacético y enredado, a merced del jurado –ahora son dos–, sus prejuicios, intereses o preferencias.

Ahora bien, según las actuales bases, si una categoría no califica para una premiación, otra, cualquiera, será la beneficiaria… aunque ya premiada, siempre que tenga más obras sobresalientes. ¡Es evidente que no se puede incentivar la mediocridad o el atraso, del mismo modo que la libertad e independencia total del creador, de la concepción a la entrega, es condición sine qua non, en todos los lenguajes.

Respecto al Gran Premio que se atribuye en cualquier categoría, por su extrema importancia suele conferirse a un excelente artista, a un profesional reconocido, ¡es un hecho sencillamente irrebatible! De igual modo, un premio o mención otorgado por trayectoria longeva y/o currículo cimero, sin contundencia de la obra participante, es simplemente absurdo e inaceptable. Y sin embargo ha sucedido.

La última palabra la tienen finalmente los jueces, inmensa responsabilidad en alma, conciencia e íntima convicción, en el contexto de la bienal oficial, y el reglamento de su XXVIII edición ha querido dar al artista las máximas garantías.

…Hay muchísimo más que decir, disentir, argumentar, y las opiniones seguirán fluyendo. Se requiere de un diálogo positivo y abierto, demasiado escaso o ausente en la vida diaria del arte, ¡si un evento extraordinario no lo despierta!

No cabe duda al respecto: la bienal nos acerca, artistas y no artistas, … desde antes que se celebre.

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