La yesca electoral

La yesca electoral

JUAN D. COTES MORALES
Según Bernardo Trevisano, “para hacer oro es necesario oro”. Y es así en todos los aspectos de la vida, tanto, que nadie puede pedirle peras al olmo, es decir, no podemos obtener algo de donde no hay nada, a pesar de que el ilustre Octavio Paz dijo “que el hombre es el único olmo que puede dar peras”.

En el año 1637, el filósofo francés René Descartes, en su obra El Discurso del Método, estableció que: “los estados son cuerpos demasiados difíciles de levantar si están abatidos y hasta de contener si están conmovidos, y sus imperfecciones son siempre más soportables de lo que sería su cambio”.

Este es un pensamiento que establece una realidad concreta e irrebatible. Lo más importante es la época en que fue expresado y la sociedad a la cual se refería el ilustre filósofo y matemático, autor de la Geometría Analítica y de la Metafísica Moderna, que también nos legó “Las Pasiones del Alma”.

La creación de los Estados le dió jerarquía humana y social a los territorios, a los estamentos jurídicos, sociales, eclesiásticos, militares, económicos, etc., y a las leyes que debían regir a todos los habitantes sometidos por un gobierno, príncipe, señor feudal, juez, obispo o consejo, según la época, la cultura y la constitución social.

Precisamente, a un Estado distante se refería Descartes. Abatido por las guerras, las injusticias, los fenómenos naturales, las plagas y las epidemias, y quién sabe cuántas otras calamidades.

El Partido Revolucionario Dominicano es una organización política muy especial. No es arriesgado decir que es polivalente porque ha asentado la baza de que podrá siempre domesticar el ingenuo y reacio animal popular con las concesiones verbales de frases, símbolos y eslóganes que superen los habituales dualismos ideológicos de las politicologías de izquierda y de derecha en sus relaciones de clase para luchar por el nacionalismo y contra la miseria.

Así debo decirlo para no hacer causa común con la fantasía de quienes nunca se han asomado por la ventana de Peña Gómez, Balaguer y Bosch a ver los dramas y las realidades de un pueblo pobre con vocación de sacrificio, buscando afanosamente un alto, un respiro, una luz que nos oriente y nos guíe por el camino de la justicia social a fin de tener techo, trabajo, salud y educación.

Después de ellos, la ventana se cerró y ahora estamos en el mediodía de nuestra historia, sin Peña, sin Balaguer y sin Bosch, únicos que tenían ascendencia moral para contener exabruptos, desórdenes, imprudencias y desaciertos propios de gentes sin educación, sin cultura ni formación política, de dudoso patriotismo, de discutida lealtad, sin ideales y sin principios.

Naturalmente, eso es lo único que hay y lo único que tenemos. Por suerte, existe una buena cantidad de personas estudiosas, serias, honestas, que inspiran mucho respeto y que tienen conciencia de la dramática realidad histórica que vive la sociedad dominicana y que nos exige a todos sacrificios, buen juicio, tacto, prudencia, sobre todo, y grandeza de alma para luchar denodadamente con fe en el pueblo.

El Estado fue abatido y conmovido por las mismas personas a quienes el doctor Rafael Suberví Bonilla acusa de auspiciar violaciones a la Ley Electoral, a los acuerdos políticos y de estafar y burlar a la dirigencia y a los candidatos perredeístas al engarbullar propuestas y candidaturas en perjuicio de una dirigencia humilde.

La Junta Central Electoral debe prestarle mucha atención a todo cuanto ha dicho el doctor Suberví. El orden público y la paz social requieren una urgente investigación.

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