Laberinto de palabras

Laberinto de palabras

ESE COMPLEJO de creer que lo excelso es lo de afuera y no vale lo de adentro, no es nuevo. Lo que es sorprendente es que persista con la gente más leída y sobre su mismo oficio

“La derrota de Penn y Venables, 1655”, de Bernardo Vega. Quiero agregar dos razones para distinguir este libro del historiador y documentalista. Primero, que la participación de los lanceros en esta lucha contra el invasor inglés podrá mostrarnos que los elementos criollos, de cuyo grupo sale el sentido de unidad y cultura dominicanista, estaba acendrado ya, como lo han visto otros autores, como Lugo y Peña Batlle, en las despoblaciones de Osorio. Vega muestra muy bien que la defensa del territorio fue obra principalísima de los lanceros, grupo compuesto por criollos que, salidos de las prácticas de la montería, dieron el brazo para rechazar a los ingleses. No hay que pensar, sin embargo, que renegaron de un porvenir inglés. Para el pueblo llano que constituían los lanceros no debía existir una aceptación del otro como alternativa. La clase pensante era española y católica. Otro asunto agregaré: el sentido narrativista de la obra, guiño que le pone Frank Moya Pons en el prólogo, es una muestra tardía de que la Academia se abre a otras formas de representar el pasado. Por lo demás, es un libro que los dominicanos deberían leer para conocer un pedazo, no tan iluminado de la Historia. Sin olvidar la inmensa obra de J. Marino Incháustegui, una de las más documentadas y laboriosas de su época.

2 La poesía escrita por mujeres. Nos hemos asomado a este tema y queda mucho por decir. Al pasar las grandes poetas, como Carmen Natalia Bonilla y Aída García Portalatín, la poesía escrita por mujeres deja mucho que desear. Aunque hemos visto recientemente libros y premios literarios como el de Rosa Silverio (“Alma letal”, 2012) y el de Adriana Vázquez (“Debí dibujar el mar en alguna parte”, 2013) encontramos que la escritura de poesía por mujeres es poco alentadora. Silverio es una figura epigonal de la llamada poesía de la experiencia que busca romper con el esteticismo. A la cabeza de esta tendencia se encuentra Luis García Montero, quien ha tenido ciertos logros, pero que no ha podido sacudirse del peso de una tradición como lo es la poesía de la Generación del 27 o la poesía de la posguerra en España. Por otra parte, la poesía de Adriana Vázquez tiene sus aciertos y logra mejor altura expresiva, así como un mejor trabajo del poema como concepto. Creo que debemos esperar mejores trabajos de esta autora, por lo que su libro es augural, abre la posibilidad de una poética novedosa e instaura la voz de una poeta de contornos significativos. Mientras que Martha Rivera-Garrido (“Enma, la noche, el mar y su maithuna”, 2013) no logra atrapar el poema extenso ni construir un mito del sujeto femenino. Hay en este texto muchos lugares comunes, caídas y más pretensión que aciertos. Se nota, algo que ocurre con muchos escritores, que no se decide a entrar en la verdad del arte, sino que el arte es la verdad de la vida, de los anhelos o de las poses. En fin, falta un trabajo con la palabra; ese que viene de concepción de la poesía, del estudio, la dedicación y práctica de la escritura.

3 Carlos X. Ardavín Trabanco. Es un estudioso de la literatura española; poeta, ensayista y novelista de una prosa cuidada y modernista. En los últimos años ha realizado una ingente labor para resaltar los valores de la literatura dominicana. Es profesor de la Trinity University en San Antonio, Texas. En los últimos años ha publicado obras que merecen la atención del público dominicano, como “Los libros de la isla desierta” (2013), en la que un grupo numeroso de escritores habla de sus lecturas. Ha de notarse que nadie se iría con un libro dominicano al fin del mundo. Lo que demuestra que a los escritores dominicanos no les interesa lo que escriben, sino lo que viene de afuera. Ese complejo de creer que lo excelso es lo de afuera y no vale lo de adentro, no es nuevo. Lo que es sorprendente es que persista con la gente más leída y sobre su mismo oficio. La otra obra de Ardavín Trabanco es “Visiones de orilla [Estudios, apuntes y testimonios en torno a la obra de René Rodríguez Soriano]” (2013) que recoge los comentarios y críticas que se han realizado a la obra de este sobresaliente autor dominicano. Un libro importante que permitirá a los interesados seguir la cartografía de la escritura de un escritor que se ha destacado tanto en la poesía, la novela, el ensayo breve y como en el cuento. La diversidad de textos críticos y el volumen de este libro están a tono con una obra que, solo por la falta de lectura y a veces el desprecio de lo propio, pudieran echar a un lado.

4 “Las estatuas derribadas” de Diógenes Valdez. Como bien lo ha establecido Paul Ricoeur (Temps et récit, I, II y III), el discurso histórico y el ficcional son dos discursos que se entrecruzan. La novela de Diógenes Valdez trabaja en la frontera de ambos discursos. Creo que se pueden hacer muchos reparos a esta obra. En primer lugar por la falta de una investigación sobre los elementos históricos que contiene; falla, también, en cuanto a lo que podríamos llamar una gramática del mundo. No están bien trabajados los personajes históricos ni Juan Isidro Jimenes-Grullón, luchador por la libertad, líder del Partido Revolucionario Dominicano y gran intelectual; ni la figura de la poeta Julia de Burgos. Quiebra, además, en caracterizar la época y lugares y yerra al no salirse del discurso biográfico más reiterado y lastimero sobre la poeta. Ahora bien, una novela siempre es muchas cosas a la vez. Un lector, menos interesado en la biografía de Julia de Burgos y menos informado en las luchas antitrujillistas, encontrará en este libro un texto interesante. Y esto se da por la técnica del contrapunto que ha usado el autor, por el interés que suscita, a pesar de todo, la figura de Julia de Burgos y por lo pertinente de la figura de Juan Isidro Jimenes-Grullón. No tengo la menor duda que estos valores están en la obra de Valdez. Otros aspectos podrían superarse en un mejor cuidado editorial.

5 Con la publicación de “Sala de espera, textos reunidos” (2014), el poeta de la generación de los ochenta César Zapata recoge “Acrobacia del ser”, “Jardín de augurios”, “La consagración al silencio” y “Piedra de toque”, la totalidad de sus publicaciones poéticas. Y con ella el lector de poesía podrá valorar el trabajo de un poeta que ha quedado a la sombra de otros de su generación y que, sin embargo, su obra se perfila con rasgos propios. El verso en la obra de César Zapata trabaja en la frontera siempre ilimitada entre la reflexión filosófica y la poesía. Es obra de creación donde la palabra crea su propia estación en la instalación del ser. Podría verse en ella la traza de Jorge Luis Borges, pero no es este poeta un epígono del argentino. A diferencia de otros, César Zapata le da al verso cierta redondez conceptual y esto es mucho decir en un tiempo en que los alardes vanguardistas establecen una errancia del sentido como totalidad.

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