Quito. Un bar con música lastimera y melancólica aparece en la escena inicial de una comedia que gira en torno al estriptis, en la que los actores terminan “vestidos” con un sombrero, y en la que, endulzada con la sintaxis de un fino humor, se desnuda la complejidad de la sociedad ecuatoriana.
Por más de dos horas, seis actores y una actriz arrancan carcajadas con la comedia “Ladies night, una noche sin vergüenza”, una adaptación local de la obra de los neozelandeces Anthony McCarten y Stephen Sinclair, que llegó al cine como “Full Monty».
Con fino ingenio, en la obra se abordan temas muy serios- el desempleo, la política, la infidelidad, el machismo, la homosexualidad, la solidaridad, la traición, el emprendimiento, el amor, el matrimonio, el riesgo, el fracaso… algunos de plena actualidad por la compleja realidad política y económica del país.
Diálogos cargados de palabras que podrían considerarse de grueso calibre para una sociedad como la ecuatoriana, no tan acostumbrada a escucharlas con tanta soltura, tejen la historia de cinco amigos de juventud que han permanecido unidos bajo el patrocinio del Cuzumbo’s Fútbol Club y el auspicio del decadente Bar El Papi de La Michelena.
Ahora se encuentran todos en el desempleo, en medio de unas circunstancias económicas imposibles de sortear para cualquier mayor de 37 años, por lo que, inspirados en el éxito de un grupo de jóvenes desnudistas, deciden emular esa actividad como única forma de salir de la miseria.
Ello, pese a que se saben conocedores de que sus maduros cuerpos no están para grandes promesas.
Logran que el dueño del bar, interpretado por Pablo Aguirre, les alquile el local para montar el espectáculo, al que se lanzan ignorantes en sensuales movimientos y con unas técnicas seductoras tan precarias como graciosas.
Con gran sutileza, los actores tocan fibras sensibles de la política ecuatoriana con las que arrancan carcajadas de un público -la mayoría pasados los 40 años- que capta el mensaje como si los personajes aludidos estuviesen en el escenario, aunque los diálogos ni siquiera mencionan sus nombres completos.
La difícil situación económica del país, por ejemplo, queda retratada en una escena en la que uno de los actores justifican su retraso a un ensayo porque, antes, había acudido a retirar un bono de asistencia social.
«¿Te lo dieron?”, le pregunta otro. «No, se puso Lenín primerito en la fila”, le responde el primero arrancando carcajadas de un público que automáticamente vincula la mención de “Lenín” con el presidente de Ecuador, país donde sectores vulnerables reciben un bono mensual de 50 dólares y cuya economía atraviesa dificultades.