Lágrimas, aplausos y risas en ceremonia

Lágrimas, aplausos y risas en ceremonia

POR PASTOR VASQUEZ
Lágrimas, risas y aplausos marcaron el ambiente en la explanada frontal del Congreso Nacional durante la juramentación del presidente Leonel Fernández, en medio de un terrible calor.

Desde temprano en la mañana comenzaron a llegar a los alrededores del palacio legislativo dirigentes, militantes y simpatizantes del Partido de la Liberación Dominicana que comenzaron a ocupar las calles circundantes.

Al frente del edificio, del otro lado de la fuente, fueron colocados dos palcos, uno para los dirigentes de los comités intermedios y otros para los miembros del Comité Central que no podían estar dentro del palacio legislativo, por razones de espacio.

Ajeno a todo lo que acontecía dentro del Palacio parecía el doctor Francisco Domínguez Brito, sentado humildemente y un poco solitario en el palco reservado para los miembros del Comité Central. Tal vez nadie sospechaba que minutos después sería designado Procurador General de la República.

En la avenida George Washington, a unos 30 metros del Congreso, se podía observar a militantes del PLD que portaban pancartas con la leyenda: «E pa`lante que vamos».

Contrario a lo que se temía, la gente mantuvo el orden y la calma. Cuando llegó el ex presidente Hipólito Mejía no hubo ni abucheos ni palabras obscenas.

Los presidentes extranjeros comenzaron a llegar temprano y uno de los primeros fue Alvaro Uribe, de Colombia, luego llegó el de Haití, Boniface Alexandre, el primer ministro de Taiwán, Shyi-Cun Yu; la presidenta de Panamá, Mireya Moscoso; el presidente de Uruguay, Jorge Luis Batlle Ibáñez, y el de Honduras, Ricardo Maduro.

En el exterior del Congreso los periodistas corrían apresuradamente cada vez que se acercaba una comitiva de jeepetas y autos negros con sirena.

El presidente Leonel Fernández llegó a las 9:45, acompañado de su esposa, Margarita Cedeño. De inmediato se armó el corre-corre y por más que la seguridad trató de mantener a raya a los reporteros gráficos, los miembros de la prensa lograron acercarse al Presidente.

«Señor presidente, díganos cuáles son sus prioridades». El Presidente dijo que todo lo diría en su discurso, pero ante la insistencia manifestó que hay muchas expectativas y que es un momento esperanzador para todos los dominicanos.

Mejía llegó a las 9:55 y de inmediato recibió los honores militares de estilo, acompañado del secretario de las Fuerzas Armadas, teniente general José Miguel Soto Jiménez.

Otra vez los periodistas entraron en acción, pero la seguridad del presidente saliente comenzó a dar empujones y codazos. Mejía se veía un poco triste y caminó por la alfombra roja sin pronunciar palabra, ni saludar a nadie. Al final del acto salió, como se ha hecho costumbre, por la puerta de atrás.

Cuando llegó el presidente de Brasil, Luis Inacio Lula Da Silva, los periodistas lo siguieron hasta la puerta interior del Congreso.

«Presidente, díganos ¿qué piensa usted del triunfo de Chávez en Venezuela?»

«Presidente, qué opina de Chávez?». El presidente Lula seguía caminando solemnemente, sin hacer caso. Luego una dama del protocolo le explicó a los periodistas que el hombre no entendía español.

En el entorno no faltaron antiguos pintorescos personajes de la era del doctor Joaquín Balaguer que trataron de colarse para cabildear con los futuros funcionarios, pero la seguridad los puso a raya.

Quienes llegaron tarde fueron los príncipes de Asturias, Felipe Juan de Borbón, heredero de la corona española y su esposa Letizia. Los periodistas intentaron acercarse, pero la seguridad española impidió que lograran sus propósitos.

Más tarde llegó el expresidente de Nicaragua, Daniel Ortega, quien manifestó su felicidad por el triunfo del presidente Hugo Chávez en el referendo de Venezuela.

Hubo uno, con un traje blanco y una escudo dominicano, con corbata negra, que logró casi entrar al edificio, pero su  larga vida detrás de los presidentes lo denunció.

«Ey, pare ahí, ¿para dónde cree usted que va?», le dijo un miembro del Departamento Nacional de Investigaciones, que no tenía cara de buen amigo.

«Su identificación, por favor..». El hombre temblaba y de inmediato fue cubierto por los muchachos de la seguridad.

«Yo voy a salir, pero por favor, no me escolten, no me escolten, no quiero escoltas, yo salgo solo».

No faltó Fremio, quien pronunció un discurso frente al batallón mixto que rendía los honores militares. Dijo ser primo hermano del presidente Fernández, a quien calificó como un enviado de Dios.

Al momento de colocarle la banda al presidente Fernández, la multitud colocada en los palcos dio un aplauso prolongado y desde allá se escuchó: !Por fin, Por fin!.

En la puerta exterior del palacio parlamentario unas damas lloraban de emoción y afuera, en la calle, militares de la seguridad de Fernández retiraban el cartón que cubría la placa O-1 que dice: Presidente Constitucional de la República, colocada en el carro Lincoln que lo había traído minutos antes.

El aplauso más prolongado lo ofrecieron los del palco cuando el Presidente habló de la austeridad y dijo que se acabaron las jeepetas y los celulares en las instituciones públicas.

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