Lágrimas de hoy y silencio de ayer

Lágrimas de hoy y silencio de ayer

BIENVENIDO ALVAREZ-VEGA
Una parte importante de la ortodoxia perredeista procura hoy, probablemente con razón, que su Partido Revolucionario Dominicano no siga bajo la hegemonía y el mandato del ex presidente Hipólito Mejía o el PPH bajo nuevos mantos.

Estos perredeistas, cuya presencia y sacrificio en el partido son innegables, quieren ahora que su partido regrese a la mística que tenía en los tiempos cuando era dirigido por el profesor Juan Bosch, primero, y el doctor José Francisco Peña Gómez, después.

Sin embargo, esos dirigentes olvidan que ellos guardaron silencio y con frecuencia se unieron al coro que aplaudía las palabras impropias de un jefe de Estado que pronunciaba el señor Mejía y que celebraba cada una de sus decisiones políticas, así fuera una arbitrariedad.

Creo que, en justicia, deben citarse como excepciones honrosas al doctor Hugo Tolentino Dipp, al doctor Virgilio Bello Rosa, al diputado Alfredo Pacheco, y, por supuesto, al entonces secretario general del PRD Hatuey Decamps.

De los dos primeros no debe extrañar que así fuera, porque se trata de dos ciudadanos ilustres con peso específico, con una recia personalidad política, acostumbrados al discernimiento político,  y apegados a la línea histórica de su Partido Revolucionario Dominicano. Uno no se imaginaba a estos dos hombres acatando tonterías y asumiendo posturas contrarias a las que han sostenido a lo largo de su vida política y de su trayectoria académica y profesional.

Del diputado Alfredo Pacheco puede afirmarse que sorprendió a buena parte de la opinión pública con su verticalidad, la defensa de su derecho a aspirar a la presidencia de la Cámara de Diputados y  su resistencia al poder del Palacio Nacional de entonces. Desafió al PPH, ganó la presidencia de la Cámara de Diputados y demostró, con este hecho, que ni el PPH ni su líder eran todopoderosos.

El licenciado Decamps fue, posiblemente, el perredeista que primero se dio cuenta de la dirección que llevaba el gobierno de Mejía y de cómo arrastraba al PRD. Lo apoyó primero y pronto lo combatió. Primero lo hizo internamente, como saben todos los perredeistas, y luego lo desafió ante la opinión pública.

    En su lucha por acercar al gobierno a la doctrina perredeista, Decamps Jiménez tuvo que luchar en solitario, acompañado solo de un puñado de sus seguidores. La mayoría de los ortodoxos hicieron silencio y otros hablaron para defender al jefe del Estado y atacar al secretario general del PRD.

Probablemente esta lista tenga más de cuatro nombres, pero creo que estos fueron los que asumieron posturas públicas de claro desafío a una facción política que gobernaba de espaldas a los principios del perredeismo histórico, que hacía cuanto quería, que violentaba la institucionalidad cada vez que se le antojaba y que nada ofrecía al futuro de esta nación.

Esa ortodoxia perredeista que hoy reclama regresar a las fuentes originarias del partido fue incapaz de asumir la postura que le correspondía cuando el gobierno del señor Mejía hacía y deshacía. Ni siquiera la expulsión impensable de su secretario general movió a estos perredeistas a pronunciarse y a reclamar los derechos de quien, con formas o sin formas, actuaba en defensa de la organización que todos habían forjado.

Actuaron más como discípulos del señor Mejía que como seguidores fieles de José Francisco Peña Gómez.

Ahora, el camino es más largo y más tortuoso. El ex presidente Mejía acrecienta su poder dentro del perredeismo y remoza su movimiento. Logró imponer el liderazgo que hoy dirige el PRD, nominó su gente a la mayoría los puestos eleccionarios para los comicios de mayo, orienta el proceso de “renovación” de la organización y, probablemente, será el dueño del candidato presidencial para las elecciones del 2008.

Así están las cosas en el Partido Revolucionario Dominicano. Los ortodoxos seguirán con unos llantos y unas lágrimas hijas del silencio de ayer. 

(bavegado@yahoo.com)

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