Lágrimas renales por Francisca Eugenia Santana

Lágrimas renales por Francisca Eugenia Santana

(En Herrera, su barrio y el mío, se
me ha muerto como del rayo Francisca Eugenia,
a quien tanto quería)

De familia humilde, el poeta español Miguel Hernández describe en el epígrafe del poema Elegía exaltando a Ramón Sijé, amigo y mentor entrañable, y expresando el dolor que sintió por la muerte del poeta, coetáneo y coterráneo, donde le reprocha a la parca: “Temprano levantó la muerte el vuelo, / temprano madrugó la madrugada, / temprano estás rodando por el suelo. / No perdono a la muerte enamorada, / no perdono a la vida desatenta, / no perdono a la tierra ni a la nada”.

Esa misma conmoción, distante y distinta por su naturaleza, se produjo en mí, y más adelante, en los compañeros miembros de la Asociación de Pacientes Renales Sendero de Vida, ver morir, con la impotencia de quien se sabe incapaz de espantar por un tiempo la parca, alejarla de la amiga.

Desde el punto de vista médico, es verdad. Y, desde el punto de vista de responsabilidad de políticas públicas, en este caso sanitaria, la muerte de Francisca, una madre soltera y con apenas 43 años, desempleada y desasistida por el Estado, es una de las miles de exclusiones e irresponsabilidades de los funcionarios del sistema de salud pública.

Esta joven mujer murió con la fístula arteriovenosa en la cartera porque simplemente no disponía de 30 mil pesos para la inserción de esta conexión quirúrgica en su cuerpo para canalizar la diálisis.

Hoy, en la Asociación de Pacientes Renales Sendero de Vida, lloramos a Francisca por su partida a destiempo, en tiempo de ese covid-19 que no pudo doblegarla, como tampoco a tu cuerpo, ni a tus ganas de vivir recluida en cuatro paredes de la diminuta emergencia donde te mantuvieron por tres largos y agonizantes días.

Tú y nosotros, compañeros de batalla, sabíamos que merecías un mejor lugar para morir; un poco más digno, un poco más humano, para dejarle a este mundo tu cuerpo, ese cuerpo marcado por las huellas malvadas de los catéteres, que te salvan, pero te matan, lentamente como cuchillito.

Como alegre mariposa multicolor alzaste tu vuelo hacia otro lugar, un lugar donde no necesitarás ya un catéter para vivir y morir; ya no te hace falta mendigar por una fístula, esa fístula que tantas veces te negaron.

Para el deficiente sistema de salud dominicano eres un número más, “una muertita más” para nuestra asociación eres y serás siempre esa mujer de alma y corazón alegre y solidario que arrancaba una sonrisa al más deprimido de los mortales.

No te mató un ACV, el covid-19 ni cualquier término que se escriba en tu página final hospitalaria…no, Francisca, tú, nosotros y todos tus compañeros de diálisis sabemos que te mató el sistema de salud, ese sistema que sabe las cosas, pero se hace el pendejo ante el clamor, el dolor lacerante, la angustia y las lágrimas que solo los corazones fuertes pueden soportar.

Tú sabías; Francisca, que tu muerte era segura, como segura es para todos, pero no una muerte tan mezquina, miserable y dolorosa, que con un poco de amor y unos cuantos pesos se podía evitar.

Dos años mendigando, llamando, escribiendo y fuñendo para lograr que te hicieran una fístula que alargara tus días, pero no pudimos, como tampoco hemos podido lograr impedir que otros cientos de pacientes renales corran tu misma suerte.

No te cansaste de vivir, no, porque no eras mujer de tirar la toalla. Un día lo dijiste y lo repetías en cada momento de tus días, pero el señor Sistema de Salud te doblegó, le tumbó el pulso a tu vida; no te ofreció la calidad que merecías y te amarró a una camilla y se dio el gusto a la muerte de dejarte ir sin una fístula a la que tenías derecho.

Lo que sí te prometemos, desde tu Asociación de Pacientes Renales Sendero de Vida, es que seguiremos insistiendo, con quien sea, tocando puertas, alzando nuestras voces, para lograr lo que tantas veces a ti te negaron: salud, que es un derecho de todos los dominicanos y dominicanas.

Hasta luego, querida amiga, sigues desde el cielo “alimentando lluvias y caracoles”.

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