Lamento y  vacilación

Lamento y  vacilación

RAMÓN LEONARDO
Nadie discute las dotes de estadista que luce el Presidente doctor Leonel Fernández. Sus discursos bien ponderados y orientadores tienen cualidades magisteriales. Pero lo que me preocupa y desvela es la tesitura vacilante de su accionar.Como quien quiere estar con Dios y con el Diablo. Una postura que se reitera con demasiada frecuencia y que permea en parte a sus principales colaboradores, que lucen muchas veces ante la opinión pública contradictorios y  desinformados. Nos lamentamos porque las cosas andan mal. Las leyes son violentadas a diario, pero no se toma ninguna acción punitiva, que a la par de fortalecer nuestras instituciones desaliente la corrupción.

El Presidente se lamenta con tono de acusación, porque los ricos se roban la luz, pero nadie es sometido a la justicia y mucho menos sus nombres dados a conocer.

Para el pueblo todo se quedó ahí, retórica política y nada más.

Nos lamentamos por la criminal evasión de impuestos. Los evasores son amenazados, pero finalmente las cuentas se concilian a puertas cerradas y nadie conoce sus nombres, aunque este crimen desangre el erario público, reteniendo el dinero que debe llegar al pueblo en inversión social.

El Presidente denuncia en San Francisco de Macorís que los contratistas engañan al Estado, pero nadie conoce una demanda hecha en su contra y mucho menos han sido publicados sus nombres para vergüenza pública.

El lamento y la vacilación no son buenos compañeros.

Lamentar lo que está pasando y no tomar ninguna acción al respecto es casi complicidad implícita y un flaco servicio a las instituciones y al país.

La vacilación caracteriza al gobierno actual, al mismo tiempo que luce improvisado e impreciso en sus acciones. Se anuncia el desmonte del subsidio al gas y más tarde, como quien no ha estudiado las consecuencias de las medidas, se da marcha atrás a lo publicado.

Los carros privados serían sacados de circulación dos días a la semana como medida de ahorro de energía, pero luego la medida se desestima porque es impopular.

Luce como un gobierno en coyuntura electoral, que gobierna según los caprichos de grupos sociales.

Las últimas medidas no han estado al margen de la improvisación y la imprecisión.

Se limita el expendio de combustible, pero no se miden las consecuencias del mercado negro y el despido masivo de empleados de gasolineras.

Es importante que el gobierno defina su proyecto de nación. Que ponga los pies en la tierra y sea capaz de entender que un país no es un sitio para vivir, un país son sus ciudadanos y ciudadanas, y que cualquier política de inversión debe ir más allá del maquillaje cosmopolita excluyente e injusto, para asumir un proyecto de nación que promueva un desarrollo endógeno, equitativo y sustentable.

Mientras no pasemos de los lamentos a la acción, con todas su consecuencias, haciendo notoria la autoridad asumida y la obligación ineludible de levantar una patria en la que la inversión social sea la prioridad, no tan solo del discurso magistral, sino de la práctica diaria, estaremos dando palos a ciegas, sin un norte bien definido y como dice el dicho chino: “Cuando no tienes un norte, todo los vientos son contrarios.”

El pueblo dominicano quiere y necesita un gobierno sin lamentos y sin vacilaciones. Que cumpla primero con la ley y que transmita seguridad y garantía para una población que tiene más de 40 años de atraso social y exige, con riesgos de subversión, que la distribución de los deberes marche a la par de la distribución de los derechos.

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