Lamentos y vacíos de acción

Lamentos y vacíos de acción

Abundan los elementos de juicio que llevan a suponer que una llegada masiva  de haitianos –superior a la  habitual- amenazaría con convertir al Estado dominicano  en fallido. Así lo estiman el Presidente Leonel Fernández (en recientes declaraciones) y otros observadores del acontecer. Pero aquellos que vemos el riesgo desde fuera del poder lamentamos  llenos de preocupación que el Gobierno no haya armado a este país de efectivos mecanismos de vigilancia y   de restricciones a la infiltración y presencia de inmigrantes ilegales. Lo grave de este momento no es sólo  el que un desastre humanitario en el vecino territorio pueda impulsar un éxodo hacia acá.

También lo es el hecho  de que aquellos que están llamados desde viejo a imponer orden en la frontera, en el mercado laboral y contra la arrabalización de lugares  por la  libre circulación de indocumentados, algunos menesterosos, han permitido la constante de que los haitianos estén aquí como Pedro por su casa, lo que de manera drástica no permiten otros países, llámese Estados Unidos, Canadá, Francia o Italia respecto de extranjeros que fluyan hacia ellos. Continuamente esos Estados del mundo desarrollado muestran  con medidas  contundentes y diversas una tolerancia cero a la penetración irregular de extraños a sus nacionalidades. No tenemos menos razones para así proceder.

Un atraso que golpea sin cesar

Una inexplicable  incompetencia: la economía nacional ha crecido; el proceso urbanizador y la demografía también. Pero este país no ha sabido lidiar con sus desperdicios de todo género que contaminan o encierran un extraordinario potencial de daños. El Estado Dominicano, sus organismos de salubridad y los ayuntamientos han dejado a la nación, ya muy crecida, en pantalones cortos en eso de la disposición final de la basura. Los vertederos de proximidad a poblaciones no tienen  en gran mayoría manejo científico. Un reciclaje descalificado y riesgoso es aplicado a libertad por niños y adultos que bracean en muladares y a los que se denomina buzos.

Somos un país de entes    que reclaman  reconocimiento por el “progreso” pero nuestros suburbios  y traspatios no nos  diferencian de los estilos de vida menos organizados del Planeta. Nuestro culto a la apariencia y  omisión de atenciones a algunos  problemas solo puede conducir al fracaso.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas