Las “In” y las “E” migraciones

Las “In” y las “E” migraciones

DIÓMEDES MERCEDES
Quiénes – fuera de los aborígenes-  hoy en el mundo no es un forastero, un ilegal, inmigrante indocumentado en el lugar que habita?

El término extranjero no aplica, asumiendo la existencia de un mundo de integración geo-globalizado, excepto si con su uso queremos expresar prejuicios. Las instituciones actuales de un tiempo que pasó no pueden regirnos hacia el futuro sin actualizarse, y no lo harán.

 Las huellas de la civilización siguen los cursos de los continuos flujos migratorios y la de los asentamientos donde hemos hecho escala, para desde allí proseguir expandiéndonos renovando la civilización. Navegar es en la actualidad parte de una nueva cultura, pero esta navegación voluntaria como al usar el Internet o un celular para instantáneamente llegar a lugares distantes, es diferente a las que aquí nos interesa tratar, la del desarraigo que está determinada por pobreza, hambre, guerras e inseguridades, factores casi iguales a la que determinaron las primeras migraciones humanas portadoras de grandes cambios.

Multitudes en todos los continentes, con la pobreza a cuesta, desalojados de sus suelos y chabolas, impelidos por la tempestad que les acosa, tienden a guarecerse en los aleros de las urbes de más desarrollo, dentro de sus propias naciones o fuera de ellas, en un éxodo reconstructor irrefrenable.

Con enormes presiones políticas y chantajes económicos las grandes metrópolis del exterior, viejas potencias colonialistas, quieren que nuestros gobiernos almacenen en nuestros territorios a millones de excluidos, separados, explotados, discriminados, pobres que compulsivamente avanzan para penetrar como hormigas por el primer hueco de sus muros al alcance.

Esta masiva migración es el resultado lejano de su colonialismo y es también el germen de una transformación geo-política universal que acelera de varias formas el proceso de integración y el cambio civilizatorio.

Las grandes metrópolis son los centros mundiales en donde se concentran como desarrollo, riquezas,  confort, lujo y poder, los saqueos que han dejado pobre al resto de la humanidad y son los imanes que con fuerza atraen a los que escapan o quieren escapar de sus suertes locales creadas por siglos de despojos.

En el anterior contexto por ejemplo, dominicanos, caribeños y latinoamericanos en general, agregando los orientales situados en territorio de Norteamérica (legales o indocumentados) constituimos una comunidad imborrable en su panorama y cada día gravitamos más en su historia política y social, y en su economía y cultura. Llegará el momento en que igual que otras migraciones anteriores llegadas allí, seamos parte de su poder. Pero igual, dentro de ese proceso migratorio mundial las y los ciudadanos/as de Haití en República Dominicana son una fuerte comunidad en este territorio y parte real de nuestra diversidad, disfrutando de estándares no diferentes a los de la estratigrafía social en la que se subdivide nuestro país.

Claro está que en esta composición hay ingredientes que sobre-aderezan el asunto, las que nacen de las dificultades en las relaciones históricas entre los dos pueblos, y de la pobreza y rencores comunes que como herencia dejaron las colonias con nuestro subdesarrollo. También lo es que su masivo éxodo hacia República Dominicana es obra de  ingeniería de secretas manipulaciones y pactos ocultos entres las clases dirigentes e impuestas por metrópolis extranjeras para tener mano de obra excedente, que convierta la población de la isla en el territorio dominicano como semi-esclava de la inversión extranjera. Es una estrategia de recolonizar la isla bajo el control   de instituciones foráneas, a satisfacción del gobierno de Haití, de los capitalistas haitianos que están más seguros y prósperos aquí que allá  y muy especialmente de las filiales locales de las grandes corporaciones que deshacen cuanto sea para hacer de esta isla una e indivisible, pero como gran factoría para competir con sus iguales en el mercado internacional, explotando con bajos salarios y otras ventajas comparativas a los trabajadores, empleados, profesionales, técnicos de toda la isla.

Pero estas particularidades no alteran para nada el proceso de integración, al que libre o forzosamente acudiremos tendiendo a la formación de una sociedad humana internacional multirracial  y sin barreras que al consolidarse irá reivindicando la deuda social histórica que las potencias tienen acumulada con la humanidad y que en su momento sus activos habrán de servir para la transformación cultural de la civilización y para el bienestar de las personas sin considerar origen.

Haití estratégicamente está alojado a lo largo y ancho del territorio dominicano. Ellos, caso extremo del despojo de las potencias y las mayores víctimas de la pobreza y la discriminación en el hemisferio con su situación en República Dominicana, están creando el precedente para un nuevo derecho internacional que erigir  en norma general, lo que de facto  ocurre aquí: la homologación de las personas como ciudadanos del mundo con iguales derechos en cualquier territorio. Se abre el portón hacia la aspiración y creación de la gran familia humana, con independencia del oportunismo con el que nuestros vecinos se apropian de los antiguos derechos que correspondían a los dominicanos en este territorio.

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