Las adicciones sexuales

Las adicciones sexuales

Inicialmente el término adicción se refería a sustancias ilegalizadas, tales como cocaína o mariguana, pero en un segundo momento se comprobó su correcta aplicación a sustancias de uso legal como alcohol y tabaco, hasta que finalmente se descubrió la existencia de “adicciones sin droga”, entre las que se encuentran comida, juego, sexo y otras conductas inadaptadas.

Adicción sexual es lo mismo que parafilia, conductas en las que el individuo acompaña el acto sexual con una acción inusual, sea golpear (sadismo), recibir golpes (masoquismo), desnudarse (exhibicionismo), acechar personas desnudas (voyeurismo), tocar una prenda femenina (fetichismo), o frotarse con personas (froteurismo). En otros casos hay una sustitución del objeto sexual, sea por un menor (pedofilia), un animal (zoofilia), una persona muerta (necrofilia) o una persona del mismo sexo (homosexualidad). En el trasvetismo el individuo se identifica y viste como el sexo contrario, e incluso  reclama cirugía de cambio de sexo.

Las adicciones sexuales tienen en común, en primer lugar, el acto anormal que sustituye o condiciona la relación pene-vagina, y sin el cual el individuo no logra el orgasmo. En segundo lugar, las adicciones llenan los cuatro criterios de adicción: son conductas aprendidas; producen daño; son conductas compulsivas = el individuo no sabe parar, y son conductas reversibles, esto es, se pueden curar. En tercer lugar, las adicciones sexuales se relacionan con un tipo de personalidad dominado por el sentimiento de vergüenza: timidez, narcisismo, afabilidad, procrastination, tendencias manipulativas, coger las cosas con calma, y ser un buscador de emociones fuertes. En cuarto lugar, las adicciones sexuales, como el resto de las adicciones, exhibe tres traumas frecuentes: sobreprotección, negligencia parental, y abuso sexual.

 La trampa en que cayó el DSM en 1973 fue eliminar la homosexualidad de este grupo, sin ninguna razón científica que lo justificara, y movido básicamente por el cabildeo político. El hecho es que, una vez se normaliza la homosexualidad surge la pregunta: ¿y las otras parafilias, se quedan o se sacan? Esa es la razón de la lucha actual de algunos activistas a favor de una “completa liberación sexual” en la que se normalice, no solo homosexualidad, sino abusadores infantiles, brecheros, sadomasoquistas, exhibicionistas, voyeristas, y otras perversiones más.

 La Asociación Americana de Psiquiatría, después de su funesto desliz del 1973, no solo ha cerrado las puertas a los profesionales disidentes, sino que permite en sus reuniones anuales ponencias que abogan por la normalización de la pedofilia. La posición es que el sexo con niños solo es dañino si se violenta la voluntad del niño, y basados en esto han logrado reducir a doce años la edad de consentimiento sexual, de modo que, por encima de esa edad ya no se trata de pedofilia, sino preferencia sexual normal (según el DSM).

El camino que sigue solo tiene dos salidas: normalizar todas las parafilias, o echar para atrás el funesto desliz del 1973.

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