Las alcabalas de la revolución del ’65

Las alcabalas de la revolución del ’65

En alguna parte de la psiquis dominicana está instalada una idea que al parecer no saldrá de ahí ni con candela o agua bendita. Esa idea –malísima- es que cualquiera que haya sido “constitucionalista” durante la revolución del ’65 seguramente fue comandante, merece alguna pensión o medalla y ha hecho más por este país que los otros dominicanos, los conservadores o derechistas.

Esa perversa idea casi siempre va unida a otra y es que los dominicanos que no defendieron a Bosch en septiembre del ’63 o que sirvieron a su país inmediatamente después que cayó el gobierno de Bosch eran todos unos malucos corruptos y deleznables. (¿Será esa la génesis de la noción “comesolística” de “nosotros todos buenos y ellos todos malos”?).

Cuando culminó la ineptitud de Bosch, quien alienó a casi todos quienes le llevaron al poder incluido su PRD cuyos locales en todo el país mandó a cerrar, la madrugada del 25 de septiembre del ’63 estando él detenido en su despacho del Palacio Nacional recibió una visita del embajador norteamericano John Bartlow Martin. Este le ofreció los infantes de Marina estadounidenses para “restablecer el orden constitucional”. Bosch rehusó. La base de sustentación política de su gobierno se había esfumado: nadie, ni siquiera su propio PRD, hizo esfuerzo alguno por salvar su gobierno.

Una vez tumbado Bosch, una amplia amalgama de partidos fue responsable de recibir de los militares la encomienda de armar un gobierno civil y de ahí surgió el Triunvirato. Es una paradoja que debería avergonzar a los “constitucionalistas” el que pese a la enorme corrupción atribuida a los militares y policías durante ese gobierno de facto, el mismo propició importantes inversiones y creó leyes que todavía impactan positivamente al país.

La maniquea visión de que sólo los izquierdistas han tenido el sueño de un país mejor, mientras los conservadores sólo están para fuñir a los demás, ha impedido reconocer que nuestra nación le debe mucho a los hombres y mujeres que calladamente y sin estridencias han creado empresas, generado empleos, auspiciado colegios, universidades y patronatos privados.

En fin, nadie se atreve a admitir públicamente que empresarios y políticos conservadores han hecho más por este país que los bullosos habituales que llevan más de cuatro décadas auto-congratulándose y pretendiendo coronas de laurel por haber olido la pólvora de abril del ’65.

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