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Si bien es cierto que, al compás de los meses se sucedieron, en 2023, esperados eventos y muestras, individuales y colectivos –ello sucede todos los años-, los hubo especiales, por definición y fecha, por circunstancias y consecuencias.
Cada año repite, celebra e inventa…
Que iniciemos nuestra reflexión por la desaparición de los dos mayores valores del arte dominicano actual, Jorge Pineda y Vicente Pimentel, tiene prioridad, porque perderlos físicamente es algo inconsolable: la cantidad, la excelencia, la intensidad de sus obras habían mantenido artísticamente el país en un sitial. Por la índole misma de nuestro texto, no podemos evocarles como lo ameritan y como lo sentimos, sino mencionarlos con emoción y agradecimiento.
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Dos grandes que se fueron
Jorge Pineda, con su generosidad y altruismo, había aceptado ser el artista homenajeado de la XXX Bienal Nacional de Artes Visuales, y, aun en el clímax de los sufrimientos, poco tiempo antes del final, había colaborado en el diseño… Felizmente, Happy –título conmovedor que retaba el destino-, la magna exposición que el Centro León le dedicó, pudo disfrutarse, se convirtió en una memoria presente y sublime: fue casi la peregrinación del año… Jorge compartió esta Bienal, no solamente por la sala de sus incomparables dibujos, sino por una entrega y un desprendimiento inolvidables, por su modestia en la cumbre de los éxitos.
Menos de tres meses después, falleció en París Vicente Pimentel, recién distinguido por el Senado de Francia. Era una figura mítica del arte dominicano, fiel a la ciudad que él había adoptado, y famoso internacionalmente ya cuatro décadas antes, pero fue casi su ida a la eternidad que se le tributaron en Santo Domingo el debido reconocimiento, la admiración y el elogio unánimes, que pertenecían a su inmenso talento, a su idoneidad profesional, a su temperamento inquebrantable. Una estupenda exposición y una celebración educativa le
rindieron homenaje.
La XXX Bienal
Ahora bien, respecto a la situación presente del arte dominicano y su aproximado diagnóstico, el acontecimiento indiscutible fue la XXX Bienal de Artes Visuales, con una muy alta
cantidad de obras inscritas, una selección drástica y singular, una premiación -que sigue sujeto de discusiones-.
Sí hubo consenso por la labor, seria y permanente, del Comité Organizador, sin embargo, acordaron que ese deberá poner mayor atención a las bases del certamen y modificarlas eventualmente, ya que predominó cierta inconformidad, por la selección y sobre todo la premiación.
La categoría de Instalación cobró una sorprendente importancia, comparada con la Pintura en la admisión, y. mucho más en la Premiación: dos pinturas solamente fueron galardonadas.
No nos referimos a las menciones. Y sobre todo, la atribución del Gran Premio resultó muy controvertida, aunque mucho más fundamentada que la atribución del galardón supremo en la Bienal anterior.
Prescindiremos de un juicio de valores o un veredicto, pero hay hechos que obligan a pensar.
Nos parece casi cruel exhortar a los jóvenes de todo el país a participar, con una absoluta libertad de formatos y de medios, para que luego solamente una quinta parte de los aspirantes se acepte. Se debe reflexionar, es una manifestación pública, y nuestros artistas emergentes hasta se sacrifican económicamente… Las ilusiones no pueden ser utopías: ¡a veces guiar la libertad de expresión resulta positivo!
Como lo hemos afirmado tantas veces, la pintura es nuestra historia del arte, aparte de que universalmente retoma prioridad… Laurear tanto–ello se inició con la selección- las instalaciones, luce insólito, y más, cuando estas, en su mayoría, carecen de mensaje (s), y a veces de envergadura.
El Compromiso
Si un arte panfletario y dirigido es odioso, el compromiso entre sociedad y actualidad no debería faltar, y la XXX Bienal de Artes Visuales, generalmente, carece de ideología. Lo que la distingue es su brillantez externa, su alta calidad técnica, aun el refinamiento de la ejecución.
Por tanto, visitarla procuraba un real placer estético, y reconocemos que el descuido de la terminación se ha reprochado a los artistas… ¡aquí ciertamente no sucedió!
No faltaron quienes han hecho responsable… una museografía deficiente. No es verdad: el montaje ha sido muy adecuado, y, sin entrar en detalles, ¡a veces no se pudo lograr más! No creemos tampoco correcto recusar las decisiones de los jurados, y la premiación, lógicamente subjetivas.
Se anhela que, con un estudio profundizado de los reglamentos, la siguiente Bienal supere todavía a esta, confiriendo más oportunidades a jóvenes y emergentes, propiciando revelaciones, sin dejar en el “hoyo” la fotografía, la gráfica y la escultura.
(Continuará).