Las auditorías, puras letras que mueren al nacer

Las auditorías, puras letras que mueren al nacer

Las letras, cual si fueran muertas, descansan en cada informe esperando que alguien quiera hacerse con ellas. A veces ven la luz. Otras se quedan en el olvido. Pero, ¿realmente importa lo que suceda con ellas? ¿Para qué darlas a conocer si al final no sirven ni siquiera de escarmiento?

Con desviaciones contables e incumplimientos legales para elegir, la mayoría de las auditorías hechas por la Cámara de Cuentas parecerían tener como objetivo justificar la existencia del organismo: las irregularidades, por más graves que sean, nunca tienen consecuencias.

Algunas han provocado sonados escándalos. Una de ellas, por ejemplo, fue la del “honorable” senador por San Juan, Félix Bautista, quien se manejó con divinas discrecionalidades en la Oficina de Ingenieros Supervisores de Obras del Estado (OISOE). A pesar de lo que arrojó esa auditoría, se le pasó un paño y se olvidó el tema.

Con valores menores que los de Bautista, a quien se le cuestionaba el destino de RD$14 mil millones, hay muchas otras auditorías en las que aparecen manejos irresponsables del dinero público. Ninguna de ellas termina en los tribunales.

Cuando vemos esto no podemos dejarnos de preguntar para qué rayos tenemos una Cámara de Cuentas si los reportes que hace terminan siendo letra muerta en los archivos de los periódicos y de la propia institución. ¿Por qué la justicia nunca hace nada con ellos? ¿Será que la política pesa más que el dolo?

Leer esas auditorías es un ejercicio de masoquismo. Duele ver cómo los funcionarios usan nuestro dinero para hacer lo que les da la gana y después, cuando se sabe, no pasa nada.

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