Las avenidas de la memoria

Las avenidas de la memoria

RUBÉN ECHAVARRÍA
El ayer y sus gratos recuerdos ocupan para muchos el lugar más preciado del corazón. Por eso es comprensible que al comentar «ayeres», una hora de su tiempo la conviertan en años, medio siglo o una vida. Aunque suele ocurrir que el ayer para unos no sea ayer para otros. Y su antier, infinitud o bruma. Pero aquellos que dan vida al recuerdo y lo disfrutan, oyen siempre campanas repicándole glorias al tiempo en sus manos suspendido.

Tiempos buenos y malos son los tiempos. Marichal ganó veinte , la Cuarenta, el Catorce; cumpleaños, los hijos, la casa, la tarjeta: «orden cumplida, jefe, las matamos», mayo treinta en la noche, el tirano es ya historia; democracia real, golpe, montaña, veinticuatro de abril, injerencia extranjera.

Tiempos de paz o guerra los vividos, de crueldad o franqueza adolescente, de feliz inocencia, fugaz sonrisa en un fugaz recreo.

Son tiempos de la vida que al contemplar su rostro inmarcesible nos transforma en cultores del destino, de un trazo insostenido de fuego o de belleza, de coraje o de luz,. O de una oscuridad iluminada.

Porque de esos recuerdos quedarán los fulgores, estallidos; ocasionales ráfagas y sobre todo clama, vestigios del ayer de una memoria pura que tal vez ni recuerde. ¡Fue un genio de la certeza quien inventó el tal vez!

Pero vuelvo y repito, compañeros, esos simples latidos de la memoria pura, si se me permite llamar pura a la memoria, son mas que suficientes para llenar de vida hasta la muerte; para correr, trepar y marotear estrellas y galaxias, o descubrir al sueño en una mariposa.

Avanzado veloces y sin prisa por las sagradas calles del infantil recueros atesorado, por los cielos cercanos de lo inconmensurable, reviviendo a la rosa, al amor y al camino. ¡Sin anclas, sin escollo, sin vallas, sin verdugos!

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