Las bajas tasas de los bonos hacen temer nuevas burbujas especulativas

Las bajas tasas de los bonos hacen temer nuevas burbujas especulativas

PARÍS. Cuando las tasas en los mercados de obligaciones tocaban máximos en la zona euro hacían vacilar a los gobiernos y ahora que alcanzan mínimos dan un respiro a las finanzas públicas, pero hacen temer nuevas burbujas especulativas.

Desde hace semanas, los rendimientos de las obligaciones alemanas, francesas, italianas, españolas o portuguesas están en niveles muy bajos, e incluso en algunos casos en valores negativos.

Se produce así esta paradoja: el comprador de un título pierde dinero para poder invertir sus fondos. Los tiempos en que los gobiernos celebraban reuniones de emergencia, en plena crisis de la deuda, para presionar a la baja unas tasas consideradas insostenibles para las finanzas de algunos países, parecen olvidados. Pero fue hace solo dos años.

Entonces, los inversores dudaban de la solvencia de los Estados y se deshacían de todos sus títulos. Hoy, los mismos inversores se preocupan por la fragilidad de la reanudación en la zona euro y se refugian en activos considerados más seguros: las obligaciones. La estrella absoluta es la deuda alemana, el Bund.

De forma mecánica, cuanto mayor es la demanda, más altos son los precios de los activos obligacionistas y por lo tanto menor es el rendimiento de estos títulos, que tienen una tasa de interés fija. Por ejemplo, si se emite una obligación a 100 euros con una tasa fija del 2%, su rendimiento para el inversor será de 2 euros por año.

Si el título es muy demandado en el mercado secundario, donde se intercambia la deuda ya emitida, y sube hasta los 200 euros, el inversor que haya aceptado ese precio seguirá recibiendo 2 euros por año, pero el rendimiento de su inversión será apenas del 1% (2 euros respecto a los 200 euros).

– Falso sentimiento de seguridad – Los mercados «tienen miedo a todo» y se repliegan en valores refugio como la deuda alemana, que sigue viendo cómo disminuye su tasa y arrastra con ella todas las demás, resume René Defossez, un estratega del mercado de obligaciones de Natixis.

El otro motivo para este movimiento generalizado e inédito de esta caída se debe a las intenciones prestadas al Banco Central Europeo (BCE). Desde hace años multiplica las medidas no convencionales para mantener la economía de la eurozona a flote y ahora se especula sobre la posible puesta en marcha de un programa de compra masiva de obligaciones.

Esta perspectiva refuerza la afluencia de compradores, que tienen la certeza de poder vender de nuevos sus títulos.

«El mercado ahora tiene una confianza ciega en el BCE», considera Thibaut Prébay, director del departamento de tasas de Quilvest Gestion. «La última fase de estos movimientos (hacia las obligaciones, ndlr) es frágil», estiman los economistas del corredor Aurel BGC.

«Se basa en parte en la esperanza de ver el BCE poner en marcha un programa masivo de compra de títulos para ‘inundar’ los mercados de liquideces». Pero los inversores no están protegidos contra una decepción procedente del BCE.

«Las especulaciones sobre el BCE no son ahora realistas. Los inversores podrían llevarse una decepción» a corto plazo, considera la Société Générale-CIB. Esta situación en el mercado de las obligaciones es sobre todo una potencial bomba de relojería. Puede crear «burbujas en otras clases de activos que se justifican por las tasas bajas», según Prébay.

«Las acciones han subido mucho, las tasa inmobiliarias han bajado y el ‘high yield’ (mercado de obligaciones arriesgadas pero de alto rendimiento) se comporta bien porque busca un rendimiento», añade.

Pero si las tasas de las obligaciones subieran claramente, sería «imposible justificar los niveles actuales de valorización de las acciones» o de otros activos, y podría producirse un movimiento de corrección.

El otro riesgo según los analistas, más indirecto, sería ver a los gobiernos satisfechos financiarse a buen precio y dejarse llevar. «Los rendimientos muy bajos dan una falsa sensación de seguridad a los gobiernos y podrían eventualmente desacelerar el ritmo de las reformas estructurales», estima Chaigneau.

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