FABIO R. HERRERA MINIÑO
La fiera oposición desatada por grupos muy disímiles para impedir que el Gobierno inicie el desarrollo turístico de la zona de Bahía de las Aguilas, ha reunido a los que sin saberlo algunos, otros sí, están propiciando con miras al futuro que esa zona de Pedernales quede despoblada y sea ocupada por una invasión sin oposición de hordas de haitianos, que en su país mueren de hambre.
La primera irracionalidad, que impide un desarrollo sostenido del turismo en el suroeste, que guarda tantas bellezas muy atractivas y originales, vino impulsada para evitar que los gobiernos no pensaran en invertir grandes sumas, tal como ocurriera cuando se construyera el aeropuerto María Montez en las cercanías de Barahona, acción realizada por el doctor Balaguer que no tuvo la respuesta del sector privado para poblar la península de Barahona de hoteles.
Todavía el aeropuerto de Barahona es un elefante blanco, con casi ninguna actividad aérea, los hoteles construidos, algunos han cerrado y otros operan precariamente a la espera de la llegada de grupos especializados ya sea religiosos, de políticos o de negocios y hasta de los militares norteamericanos en acción humanitaria que disfrutan de los baños de piscina o los agradables balnearios de agua dulce que como San Rafael o Los Patos constituyen un oasis refrescante frente a las altas temperaturas de la región a nivel del mar.
Los ecologistas, a una, se oponen que se inicie el desarrollo de Bahía de las Aguilas, y en su fiera oposición, no admiten que sino fuera por la explotación de bauxita en la década del 50, no se disfrutaría ahora a plenitud del hoyo de Pelempito con su impresionante paisaje en que la naturaleza guarda la impresión que alguna vez un meteorito impactó en la zona. La explotación de bauxita, descontinuada desde hace muchos, años dejó una magnífica autopista para visitar a Pelempito. Hace algunos años se aprovechó parcialmente las canteras de caliza y ahora es seguida por el aprovechamiento de las mismas por una empresa en la fabricación de cemento. Tales operaciones pudieran afectar las reservas del parque de Jaragua, sin embargo, eso no afectó la biodiversidad de la zona.
Abarcando toda la zona, desde Cabo Rojo hasta la Cueva de los Pescadores y la playa de Bahía de las Aguilas, que son de un atractivo extraordinario, se puede aprovechar con el establecimiento de los hoteles adaptados a esa realidad de la biodiversidad, que es más ruido de lo que realmente significan los flamencos de la laguna de Oviedo a muchos kilómetros de las playas, de las iguanas que se esconden y viven en las formaciones de caliza, entre las guazábaras junto a la excelente carretera que perdura en buenas condiciones debido a la escasa frecuencia de las lluvias.
Si persisten las barreras de intereses económicos y ecológicos, que no quieren que se desarrolle el turismo en la península de Barahona, en especial en la zona de Pedernales, continuará creciendo el éxodo de los dominicanos hacia el litoral de la costa de Barahona. Esa región, de más de mil kilómetros cuadrados, podría quedar deshabilitada en pocos años dejando todo ese terreno para que los haitianos, que mueren en su país de hambre, tímidamente la vayan invadiendo. Cuando vean que no son expulsados del territorio dominicano vendrían en incontenibles oleadas y Enriquillo volvería a ser Petit-Trou, Paraíso sería Paradis, y Trujín sería para Oviedo.
En la actualidad la provincia de Pedernales tiene una población decreciente y lo demuestran los censos de los últimos años; poblaciones como Aguas Negras (Plou Nuen), Las Mercedes (Bucan Pol), Mencía (Fransuá) van declinando en sus actividades y se abandona la región. Queda como reducto productivo lo que se lleva a cabo en la sabana de Sansón en Oviedo y Juancho, después que se llevara hasta allí las aguas del río Nizaíto mediante un impresionante canal y la instalación de sofisticados sistemas de bombeo, que han convertido esas tierras en productoras de tomate.
El Gobierno del doctor Leonel Fernández debe mantener su proyecto del desarrollo de Bahía de las Aguilas con un aprovechamiento racional de los recursos. La sierra de Bahoruco se convertiría en un lugar de refugio para quienes deseen vivir en contacto con la naturaleza. Al mismo tiempo se reforzaría la dominicanidad fronteriza en Pedernales, con el atractivo de miles de oportunidades de trabajo en el desarrollo de la región, representado no sólo por los hoteles, sino por el resurgimiento de la agricultura donde hay excelentes tierras como en Aguas Negras con las aguas del río Mulito y servirían de productoras de los alimentos, demandados por una población, no sólo dominicana, sino la de los visitantes pernoctando en los hoteles, para hacer de ese polo turístico la barrera que impida que en los años futuros esa zona se convierta en parte de Haití como lo fue San Miguel de la Atalaya.