Las bases de la genealogía fragmentada

Las bases de la genealogía fragmentada

Elvira Lora

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En las ediciones de la revista Fémina de noviembre de 1923, Petronila Angélica Gómez Brea se ocupa de publicar de manera íntegra el extenso documento “Bases y plan general de organización de la Liga de Mujeres Ibéricas e Hispanoamericanas”, firmado por la socióloga mexicana Elena Arizmendi, secretaria de esta organización.

Se convierte, pues, este manifiesto en la intertextualidad mayor de las pioneras del feminismo dominicano con el movimiento sufragista transnacional; de acuerdo a las memorias de Gómez Brea (publicadas en 1955), su génesis deviene en 1920 por los activismos de Carmen De Burgos, periodista y maestra normal española, uniéndoseles las reconocidas feministas Victoria Kent, Clara Campoamor y la Marquesa de Terc Cobc.

Cuando De Burgos es llamada a esta movilización, unificadora de maestras normales, periodistas y abogadas de toda la región, exclama la célebre frase que la convierte en una mujer trascendental en el tiempo: “En la vindicación de sus derechos, la causa de todas las mujeres no es más que una sola”. De manera que, las féminas de la región adscritas a la organización debían lograr que las diferencias de los gobiernos de Las Américas en ciernes no dilataran el necesario otorgamiento de la ciudadanía a las mujeres.

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En sus acápites y capítulos, las “Bases y plan general de organización de la Liga de Mujeres Ibéricas e Hispanoamericanas” formulan verdaderos principios para la emancipación de las féminas, la concreción de los pendientes derechos civiles y políticos. Su génesis estaba en la exitosa siete peticiones que en 1906 también lideró la reconocida Colombine (así firmaba Carmen De Burgos sus artículos), en la cual proclamaba: “Igualdad completa con el hombre, de poderes políticos (…) mujeres sean electoras y elegibles”.

Un punto fundamental de las cruzadas originarias de las bases lo constituye la denuncia pública de las maestras normales y abogadas española contra el artículo 438 del Código Penal, mediante el cual se condenaba a las mujeres adulteras a la prisión y facultaba al marido a asesinarla ante la sospecha de adulterio, ya que constituía un aval para los constantes asesinatos que quedaban sin investigar, sin profundizar, y acusaban a las esposas ya muertas.

En su espíritu, las bases de la organización recopilan las peticiones que le antecedían, escribe posteriormente Petronila Angélica Gómez Brea, pero ante el temor de la censura y la cancelación, en los países de Las Américas estas son solo leídas en los encuentros con las lectoras, no publicadas.

Lo que si se encargaban de enfatizar en este plan era la urgente necesidad de la educación, para erradicar una popular doxa de la época que circulaba en Iberoamérica: “Cuando las mujeres poseen el demonio de la igualdad para ser ingenieros, médicos, fabricantes de muebles o de jabón, quedan imposibilitadas para el hogar y para el amor”, recopila De Burgos en 1927.

El plan hace un llamado a las mujeres para que amplíen sus conocimientos: “No olvidemos que, aunque nuestras antepasadas hayan tenido conocimientos muy limitados, esta no es una razón como muchas veces se cree, para que nosotras dejemos de ampliar nuestros conocimientos”. Las acredita para el rescate social y las acciones que logren disminuir las desigualdades “deben esforzarse para dar auxilio inmediato a los niños abandonados, a los huérfanos y a las jóvenes desamparadas, a las inmigrantes, y a las que no lo sean, sin tener en cuenta religión o nacionalidad” (1/2).

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