La necesidad de conectar la educación superior con objetivos del desarrollo económico, ha sido puesta de relieve en un momento crítico para la inserción juvenil en actividades productivas que obliga a tomar en cuenta que el desempleo y la ausencia en aulas a temprana etapa de vida, guardan importante relación con auges delictivos y de consumo de drogas ilícitas.
El tema cobró actualidad con el reconocimiento ante periodistas de HOY del aspirante a rector de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD), Jorge Asjana David, de que existe la urgente necesidad de vincular a los 22 centros provinciales de la casa de estudios, con los diferentes problemas y necesidades sociales y de producción que presentan las comunidades en donde están instalados.
Sus palabras remiten, para fines prácticos, a un estudio vinculado al Banco Mundial que deduce que durante el lustro pasado, en América Latina 22 millones de jóvenes ni estudiaban ni trabajaban (Generación NINI), y en República Dominicana en dos décadas la cifra de ellos pasó de 88 mil a 164 mil, situándose el país en la cúspide del desempleo juvenil en la región.
El rol que debe jugar la educación para propiciar conductas distantes de los narcóticos y de los conflictos con la ley de un importante segmento poblacional, no puede haber cambiado a la vuelta de cinco años, que incluye dos de ellos abatidos por una pandemia que generó una deserción estudiantil local agregada de no menos de 20 mil jóvenes, y en los que la docencia a distancia no llenó ni remotamente las expectativas como sustituta de la presencial.
«La intensidad con que la delincuencia y la violencia impactan en el desarrollo de los países de América Latina y el Caribe (incluyendo a Rep.Dom.), podría estar estrechamente ligada al desempleo y a la deserción escolar de individuos a temprana edad», según conclusiones del mismo estudio.
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Una panorámica
Un estudio avalado por el Centro Juan Montalvo SJ, fijó su atención en la dimensión que en el país adquiere el ocio recreativo nocturno con consumos de sustancias prohibidas y el temor de que, por falta de control institucional, el uso desenfadado que comienza con pequeñas dosis de narcóticos «blandos», pero de sensible efecto sobre el sistema nervioso, pueda generar dependencia, riesgo significativo en la etapa de la adolescencia.
La preocupación porque muchos jóvenes se muestran más concentrados en los placeres que en los hábitos laborales y de estudio, se extiende a la aceptación social y legal en que permanecen las bebidas alcohólicas que contienen el mismo potencial destructivo de los estupefacientes prohibidos, sin siquiera existir restricciones contundentes para disminuir su presencia en la vida dominicana.
Se advierte, además, que en muchos casos la carencia de «reflexión madura» de los más jóvenes, aumenta la probabilidad de caer en los consumos excesivos «y es así como puede activarse la participación en delitos», señalándose como fuente de esta conclusión al equipo académico que ha investigado la relación entre adolescencia y delincuencia, identificado como Willits, Broidy y Denman.
En otra parte del estudio se advierte con alarma la actitud de círculos juveniles que tienden a restarle importancia a la prohibición, en que permanece República Dominicana, de drogarse con cannabis, creciendo localmente el esnobismo de considerar aceptable a la marihuana liberada de sanción social y legal, como velozmente viene ocurriendo en un mundo que peligrosamente le ha ido perdiendo el miedo.
Nivel de prevención
En un blog del Banco Interamericano de Desarrollo abierto al debate de expositores independientes, se acaba de divulgar el criterio de que el principal vínculo teórico entre la educación y el comportamiento criminal es, directamente, que la adquisición de conocimientos «aumenta las oportunidades de acceder a trabajos legales y a lograr incrementos de salarios, lo cual reduce el atractivo financiero de las actividades delictivas»
En los niveles educativos medios y altos, el individuo adquiere el potencial de ganar mejores salarios desde actividades legítimas y, por otro lado, la escolarización puede determinar que los jóvenes sean más reflexivos y que en ellos aumente la aversión a los riesgos implícitos en las conductas que entran en conflicto con la ley.
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En una de las emisiones del blog se cita a los pedagogos Brian A. Jacvob y Lars Lefgren, confiriendo mucha importancia a la educación como disuasivo de comportamientos delictivos, porque «tiene capacidad de mantener a los jóvenes fuera de la calle y ocupados la mayor parte del tiempo».
Pero, también sostienen que, «una persona con poca educación es más propensa a cometer delitos, en comparación con una persona con mayor educación», aunque no descartaron la posibilidad en contrario, de que «una persona más propensa a cometer delitos es menos probable que permanezca en la escuela, en comparación con una persona que no es propensa a cometerlos».
Profundizando
El Instituto Internacional de Estudios en Seguridad Global, que irradia cursos on line sobre el problema de la violencia y los delitos, sostiene que existe un proceso globalizador de la delincuencia juvenil, «que se extiende desde los lugares más industrializados hasta los rincones más pobres del planeta», lugares en los que, además, cobran mayor vigencia los delitos de cuello blanco.
La corrupción de etiqueta amasadora de fortunas.
En los debates virtuales se ha preferido señalar como impulsores del aumento de los delitos, «razones sociales, económicas y políticas», sin dejar de reconocer que los jóvenes que se colocan al margen de la ley son víctimas de discriminación social, incapaces de adaptarse al medio social y, por ello, escogen el camino de la delincuencia como alternativa de sobrevivencia.
Los panelistas se negaron a relacionar estrictamente la marginación de los adolescentes de las escuelas y del trabajo con situaciones delincuenciales, pero reconocieron que con frecuencia conduce a ellas, tomando en cuenta el fácil acceso a las drogas, falta de oportunidades para emplearse, la crisis económica y la desintegración familiar, entre otros factores creadores de condiciones que llevan a quebrantar la ley.
Algunas analistas consideran que la conducta violenta es muy compleja de explicar, y no se puede limitar a un solo factor, tendiéndose a asociarla a causas biológicas, psicológicas, sociales o de situaciones culturales; mientras, la criminalística clásica se conforma con atribuir la inclinación al crimen, principalmente al propio delincuente con base en la teoría de «elección racional» y al proceso de toma de decisiones que precede a cada crimen. Con frecuencia, los malhechores resultan muy talentosos. ¡Geniales!