Las benditas bolsas del tío Sam

Las benditas bolsas del tío Sam

Rafael Acevedo Pérez

El tío Sam es un personaje tan venerable que su bolsa ha llegado a ser una de las cosas más sagradas del mundo. De hecho, es probablemente lo único verdaderamente “intocable” del sistema capitalista. Todo el equilibrio y la seguridad del establishment dependen de que su bolsa no caiga en peligro o desprestigio.
Y los que han intentado mancillarla o burlarse de ella han sido perseguidos con “todos los hierros” del poder legal y fáctico del sistema.

Caso reciente y bien conocido es el de Odebrecht, empresa brasilera que, conjurada con actores locales, osó “ganarles” concursos amañados, en varios países de la región. Como sabemos, no fueron las autoridades locales de Perú, Brasil, Bolivia y República Dominicana quienes condujeron la persecución de los conjurados con la firma brasileña, sino que agentes estadounidenses.

La clave de la sacralidad de las bolsas de Míster Sam, reside en que los inversionistas que dan vida al sistema empresarial estadounidense no pueden darse el lujo de “perder concursos internacionales frente a firmas del Tercer Mundo; mucho menos aceptar que derrotas basadas en trampas y componendas de actores locales o regionales, sean empresarios o políticos. Aunque con frecuencia, el sistema utiliza mecanismos diplomáticos para lograr que sus empresas hagan negocios en la región.

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La bolsa de Sam tiene su altar en la estrecha Wall Street. La clave del enigma reside en que dicha bolsa de inversiones no resiste falsedades ni mentiras. Si se producen fraudes y falsificaciones, los inversores retirarían masivamente sus dineros. Las empresas que corren en la Bolsa jamás deben incurrir en soborno o prevaricación, so pena de ser llevadas al paredón de la justicia norteamericana. Peor si se hiciese dudar de fiabilidad y eficacia del sistema y los que lo manejan; podría peligrar incluso todo el sistema capitalista mundial. Ya que este sistema bursátil es la base del mantenimiento y crecimiento del sistema estadounidense y sus inversiones en otros países. Y posiblemente sea la única cosa estrictamente consistente del sistema oficial estadounidense. La difundida doctrina de la transparencia internacional es, probablemente, una avanzada táctico-legal-moral del sistema. (La sociedad estadounidense, ciertamente, tiene instituciones muy respetables).

La bolsa funciona en base a la fe pública respecto a su veracidad, transparencia y credibilidad. Cosas distintas son, por ejemplo, la persecución del consumo y tráfico de drogas, caracterizadas por notorias inconsistencias, perdones y negociaciones hasta con los propios narcotraficantes, devueltos a sus países de origen como héroes de guerra.

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Algo similar ocurriría, en grado menor, respecto al lavado de activos y otras transgresiones a leyes norteamericanas, tratadas según conveniencias políticas del momento.

Paralelamente, la colaboración de los USA en la persecución de otros delitos resulta notablemente menor. Especialmente cuando nuestros países necesitan de un apoyo internacional más serio para manejar los desmanes de tantos farsantes que se enriquecen con dineros públicos, vitales para nuestro desarrollo económico y social. Esperanzadoramente, con cierta frecuencia los agentes de Sam tienen buena memoria, y algunos personeros que han hecho trampas en el pasado pueden cualquier día ser exhibidos en los patíbulos metropolitanos.

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