Uno de los géneros más delicados de la ciencia histórica es el biográfico; sobre todo si se trata de los grandes actores de la independencia de un país, porque los juicios subjetivos pueden afectar la imagen paradigmática de sus prohombres que contribuyen a la identidad nacional del pueblo. Nos parece que el amigo Álvaro Arvelo cometió un serio error al referirse a nuestro apóstol Juan Pablo Duarte en forma peyorativa, sobre todo sin bases objetivas.
Eso que se impide que se establezca la verdad histórica en torno a las funciones reales que se cumplieron en la forja de la nación dominicana, pero sin prejuicios basados en una cultura machista, racista o de la ortodoxia religiosa tradicional.
Así hay que distinguir entre los gestores ideológicos y organizativos de la independencia, de los que fundaron el Estado o que hicieron posible ésta, encabezando las fuerzas que lo defendieron.
Nadie, puede negarle a Duarte su protagonismo como el principal apóstol de nuestra nacionalidad, lo mismo que José Martí en Cuba y Francisco de Miranda en Venezuela; sin odios a otras naciones, razas o religiones.
Ahora, el padre de la Patria es quien fundó el Estado, por primera vez en la República.
En Cuba se considera padre de la patria a Carlos Manuel de Céspedes, que la independizó en 1868, aunque ésta se alcanzó finalmente en 1902. En Venezuela fue el mismo Miranda quien protagonizó en 1810 su fundación: En la República Dominicana ese honor se le debe conceder a José Núñez de Cáceres que en 1821 estableció el Estado Independiente del Haití Español, llamada Independencia Efímera aunque no llegara a eliminar la esclavitud en sus escasos dos meses de gobierno.
En Cuba, Máximo Gómez es el principal héroe de su epopeya independentista, aunque se le da primicia a Martí porque además llegó a su país como Presidente en armas, aunque murió poco después. En Venezuela cuando se trata de defender la patria el héroe principal o libertador capaz de defender de sus enemigos, Simón Bolívar es el héroe indiscutible.
En República Dominicana, Santana fue la figura principal en la lucha contra los haitianos en la Separación 1844, pero al entregar nuestra soberanía a su antigua metrópoli en 1861 se descalificó, siendo un simple “agente heroico”, que dejó el lugar a otros actores que fueron responsables de su defensa de la altura del año 1844, a saber: Francisco Sánchez del Rosario, quien condujo su organización por mandato de Duarte por su ausencia; Ramón Matías Mella, quien en momentos de vacilación en la Puerta de la Misericordia desencadenó con su trabucazo la acción libertadora, Tomás Bobadilla, quien unió a los patriotas trinitarios con los hateros de la vieja jerarquía social dominicana y presidió la Junta Central Gubernativa desde el 29 de febrero, probablemente por acuerdo previo entre las partes, José Joaquín Puello, jefe de operaciones en esa fecha memorable, y Antonio Divergé, el adalid que detuvo una y otra vez a los invasores.
Así, la trilogía de los padres de la patria que decretó el dictador Ulises Heureaux para tratar de complacer a todos, no tuvo en cuenta las funciones que cumplieron los grandes actores de esa gesta.