Las bombas de racimo y sus frutos

Las bombas de racimo y sus frutos

José Núñez

La nomenclatura bélica en Ucrania crece. Y de tanques Bradley y Abrams, de Estados Unidos, los ingleses Challenger 2, los alemanes Leopard, misiles hipersónicos, drones, ojivas termobáricas y lanzamisiles y cohetes portátiles; así como bombarderos Su-34 y Su-27, modernos helicópteros, misiles Tochka-U, obuses y una larga plantilla de vehículos de combate, baterías HIMARS, y un sinfín de otras armas, se han sumado al arsenal las bombas de racimo.

Y al parecer estas armas, usadas tibiamente por Rusia y Ucrania, estaban en camino a la guerra cuando la Casa Blanca hizo su anuncio, pues horas después el director de Operaciones del Estado Mayor Conjunto de EEUU, Douglas Sims, dijo que las municiones estaban en Ucrania.

Las bombas de racimos semejan capullos que se abren como sombrillas y sueltan decenas de bombetas que matan y mutilan todo. Muchas no explotan y guardan para el futuro su carga asesina. Así Vietnam, Laos y Camboya, países cocidos con toneladas de explosivos, hoy son semilleros de bombas sin explotar que cada año cobran decenas de vidas.

Y como para subrayar el proverbio español de que “el hombre es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra”, y a pesar de que estos explosivos se han prohibido en 123 países, las bombas de racimo actualmente derraman sangre en Yemen, donde la usa Arabia Saudita, en Chechenia la usó Rusia; EEUU en Irak y Afganistán, Reino Unido en Kosovo e Irak, e Israel en El Líbano y Gaza. Hoy ONG y pacifistas temen ver pronto más muertes y hordas de mutilados en Ucrania.

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