Las buenas intenciones y el camino del infierno

Las buenas intenciones y el camino del infierno

Bonaparte Gautreaux Piñeyro

Niños bajo la guarda de sus padres copian e imitan lo que estos hacen

Hay un derroche de ingenuidad o un deseo de ocultar males sociales, por la falta de atención de décadas, sobre problemas que se vieron venir, que se desarrollaron ante nuestros ojos y ahora nos ahogan.

El abuso de la libertad de ser y hacer, la falta del ojo sobre el comportamiento de los hijos, la influencia de profesionales de la conducta que contribuyeron a la permisividad y condenaron como negación de la libertad los controles a las actividades de los jóvenes.

La pérdida de confianza y respeto a los modelos tradicionales que contribuyeron con su conducta a modelar un ciudadano, que imitaba modos de ser y de hacer por personas modélicas dignas de imitación por su conducta, por su estilo y modo de vida, por ejemplo, el cura del pueblo, de vida frugal y ejemplar, el maestro sabio y mesurado en sus consejos.

Hablo de lo que vemos, vivimos y sufrimos fuera de casa. Cuando los niños están bajo la guarda y protección de sus padres van a copiar e imitar lo que hacen la madre y el padre.

Caemos en el campo que decía el sabio de Lambarene, África, doctor Albert Schweitzer, quien sostuvo que había tres modos de educar un niño: el primero, con ejemplo, el segundo, con ejemplo, el tercero, con ejemplo.

¿Qué se puede esperar de un niño cuyos padres tengan como meta en la vida, producir dinero para tener bienes materiales de relumbrón y dotan a sus hijos de todos los caprichos y lujos, sin que haya correspondencia del niño, del joven, en conducta, estudios, respeto a la familia a los mayores, a los maestros, a la autoridad?

¿Saben los maestros, y se conducen como tal, que deben ser modelos de conducta irreprochable para que sirvan de ejemplo a los jóvenes?

¿Cuál es la conducta de los que triunfan? ¿Cuál es el ejemplo que ofrecen?

¿Saben los curas, los políticos, los ricos y muy ricos, los deportistas que triunfan y obtienen salarios fabulosos que deben mantener una conducta cónsona con lo que la sociedad espera de ellos?

¿Acaso el oro de la corrupción tapa con su brillo la sanción judicial, la sanción política, la sanción moral, la sanción de familiares, amigos y compañeros de partido?

Una parte importante de la sociedad, la que se ve, la que se escucha, la que se nota, la que disfruta de todos los bienes, sin que importa que sean fruto de la corrupción o de la explotación de los demás, parece sorda y ciega ante la realidad de una sociedad muchos de cuyos ejemplos tienen pies de barro.

¿Acaso todos somos ciegos, sordos, sin olfato, como si desconociéramos que el barril de pólvora sobre el cual vivimos puede explotar en cualquier momento?

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