Las candidatas y los partidos

Las candidatas y los partidos

COSETTE ALVAREZ
Nada se parece más a una madre soltera que una candidata, del partido que sea. Las que hemos parido y criado a nuestras proles sin el concurso paterno, aunque dichos portadores de esperma vivan bajo nuestro techo, difícilmente olvidaremos los tiempos en que esos seres no se conformaban con una actividad sexual como parte importante de la relación, sino que insistía en embarazarnos porque “con una mujer como tú es que quiero tener mis hijos”. Hasta el día en que recibían la noticia del embarazo.

De ahí en adelante, independientemente del derrotero que tome la pareja como tal, el embarazo y su producto pasan a ser asunto de la exclusiva incumbencia de la mujer. Lo que es peor, el mismo hecho, ocurrido con la participación activa de los dos, al hombre le representa gloria y a la mujer, principalmente de boca de ese mismo hombre, descrédito. Esto, lejos de mejorar, ha empeorado drásticamente. Y se da en todas las esferas.

Como no he hecho gran vida de partidos, voy a saltar los detalles de las militancias y paso de una vez a las candidaturas. La brega que les ha dado a todos los partidos llenar la cuota de mujeres que manda la ley se debe a que ya muchas saben que una vez llenan el trámite, las abandonan a su suerte y se concentran en las candidaturas de los hombres. Exactamente el mismo cuadro, el mismo desentendimiento del padre irresponsable hacia la madre soltera y sus hijos e hijas.

Y del mismo modo que después que los hijos crecen no se limitan a atribuirse el orgullo de un resultado en el que no pusieron nada, y no pocos terminan dependiendo de ellos, cuando las candidatas de los partidos ganan los puestos para los que se postularon, sin el respaldo de los dirigentes ni los militantes masculinos de los partidos, el triunfo es tan de ellos que algunos reclaman como si se les debiera y, favor al fin, no se termina de pagar nunca.

Para las elecciones pasadas, le conté por esta misma vía que, después que acudimos al llamado que hicieran los partidos de izquierda a los ciudadanos de comprobada trayectoria de inquietudes sociales y nos eligieron en una asamblea por unanimidad, al ver la amplia cobertura que logramos en los medios masivos y el impacto positivo en la población, los dirigentes de los partidos de la coalición, incluyendo el esposo de una conocidísima abanderada del feminismo, hicieron (ab)uso de poderes conferidos por la misma asamblea que nos eligió, y se incluyeron en las boletas. Por supuesto, los militantes votaron por sus dirigentes, los anti-izquierdistas decidieron no votar por nosotros cuando vieron ciertos nombres en la lista, y los votos preferenciales sólo sirvieron para que se los sumaran a ellos.

A veces, no entiendo a los dirigentes políticos. Me pregunto cuál es la base de su liderazgo. Nunca olvidaré la insistencia de la doctora Sánchez Baret sobre lo perjudicial que resultaría para las mujeres el voto preferencial. El partido en el que ella ha pasado toda su vida prefirió apoyar, entre otros de prontuario no menos suculento, a un ex deportado de Nueva York que capitalizó muy bien varias de las debilidades mentales de su líder. Había que verlo contando para sí mismo todos los votos de su boleta. Ahora se está repostulando.

Como no tiene resultados qué mostrar al cabo de estos cuatro años, se le ve en los colmadones importunando barrios enteros a toda hora con unas bocinas del tamaño de un edificio grande de apartamentos y rodeado de jovencitas con la barriga afuera y una cerveza en la mano. Si eso no es perversión de menores…

No he visto a un solo dirigente respaldando a una candidatura. Hablan de las mujeres de sus partidos, de sus boletas, en un tono que pretende hacerlos lucir generosos, altruistas, desinteresados, solidarios en materia de género, apegados a la ley. No existe la menor diferencia entre ellos y esos hombres que se llenan la boca de plumas de burros en sus círculos (que generalmente se circunscriben a las sillas plásticas de los colmadones), alardeando de la forma en que se ocupan de sus hijos, de todo el dinero que les dan para que no les falte nada a pesar de todos los defectos que tiene esa mujer, a la que tanto insistieron para que se dejara embarazar. Y todo es mentira.

Vamos a romper los mitos de que los pobres no votan por programas y que las mujeres no votan por mujeres. Ya viste para lo que te sirvió votar por quienes te forran la ciudad de afiches, te molestan con el estrépito de los disco-lights, te brindan bebidas y comidas, hasta te bañan y te vacunan los perros a domicilio, te ponen a sudar o a mojarte para que andes detrás de ellos voceando consignas a su favor, te ofrecen de todo, te pintan la casa, te recogen a basura, te llevan al médico, eso sí, sólo mientras dura la campaña. Tu vida no mejoró en lo más mínimo con ellos como representantes.

Tienen el tupé de querer repetir y no pueden mostrarte lo que hicieron, porque no hicieron nada. Sólo dejan bien claro que en sus respectivos partidos no hay postulables, o no hay oportunidades.

Todos admiten que las candidatas del PRSD somos las mejores. Mi compañera de boleta, Gladys Peña, es excelente. No pude haber tenido mejor suerte. Para leer mi propuesta y enriquecerla, escríbeme a cosette.alvarez@gmail.com. En el mes de las madres, elige a una madre soltera para hacerte representar ante el Congreso. El 16 de mayo, marca solamente mi foto en el número 22 (Partido Revolucionario Social Demócrata -PRSD- el partido de Hatuey, el del toro negro) de la boleta para el Congreso. Si no votas en la primera circunscripción del Distrito Nacional, díselo a quienes conozcas por ahí (entre el Malecón y la Kennedy y entre el río Ozama y la avenida Luperón). Gracias.

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