Hasta ahora, nadie sabe a ciencia cierta qué pasó, qué provocó el incendio que en poco tiempo arrasó con varias casuchas de Villa Marina, en Villa Mella, y provocó muerte y dolor. Los niños Gabriel, de cinco años; Jonathan, de tres, y Marlenys, de tres meses, quedaron calcinados. Su madre Orquídea Brazobán, una joven de 20 años, y la madre de ésta y abuela de los infantes, Juliana Belén, de 39 años, han quedado atolondradas de dolor. Orquídea ha tenido que ser sedada y Juliana no cesa de llorar.
Orquídea Brazobán, de 20 años de edad, madre de los tres niños que murieron el jueves pasado en un incendio, cree que manos criminales actuaron en el siniestro que destruyó cinco viviendas la noche del jueves y provocó la muerte de sus hijos en el sector Villa Marina, en Villa Mella.
Tirada en una cama en un pequeño cuarto en la casa de su madrastra Bienvenida Rodríguez, la joven madre no ha podido llorar, ni lamentar con la fuerza que quisiera la muerte de sus hijos Gabriel, de cinco años de edad; Jhonathan de tres años, y Marlenys de tres meses, pues tras la tragedia la sedaron. Apenas ha podido expresar: yo no dejé nada prendido en la casa, no había nada prendido ahí, por eso amigos y parientes concluyeron que actuaron manos criminales en el incendio.
Su madre, Juliana Belén, de 39 años, cuenta que la semana pasada se presentaron al barrio una mujer y su hija que golpearon y amenazaron con una tijera a Orquídea, porque ésta supuestamente le había quitado su marido, cosa que negaron, porque la joven tiene su esposo desde hace varios años.
Ante la amenaza fueron a la Fiscalía a querellarse, por lo que esa doña nos amenazó con vengarse .
Sin embargo, vecinos del lugar dijeron en la mañana de ayer que cuando Orquídea salió a buscar la cena los niños se pusieron a jugar con una vela, lo que provocó el incendio.
Ayer, pasadas las 5:00 de la tarde, Juliana Belén acompañaba a Orquídea en el sector Casa Vieja, en Villa Mella, donde la llevaron a velar los cuerpos de sus hijos muertos. Allí acudieron decenas de personas, que lloraban y lamentaban las muertes de los infantes. Mientras en el lugar de la tragedia, que ocurrió pasadas las 8:00 de la noche del jueves, solo quedan los escondros y unos cuantos vecinos con los brazos cruzados que no saben qué hacer, pues perdieron todo.
La casa. De tabla, piso rústico, sin energía eléctrica, ni agua potable, ni instalaciones sanitarias y con apenas dos cuartos, estaba ubicada en un solar en la calle Gioconda, en Villa Marina, junto a otras cuatro.
Orquídea dejó los estudios cuando cursaba el cuarto del bachillerato, porque debía cuidar a sus hijos. Vivía de lo poco que le llevaba su marido, Ciadito Mateo, quien trabaja en el Mercado Modelo.
El mal acecha
Hace apenas un mes que Juliana Belén perdió a uno de sus hijos, de 15 años de edad. Tenía cáncer en los huesos, situación que la llenó de sufrimiento, pues una madre nunca está preparada para ver la muerte de su vástago, pero la tragedia del jueves se llevó a su simiente y su alma, dice.
Nunca los dejaba solos
Joselyn de Jesús, amiga de Orquídea Brazobán, la acompañaba cuando salió comprar la cena.
Joselyn dijo que su amiga siempre llevaba a sus hijos con ella, sin importar el lugar donde fuere.
Sin embargo, la noche del jueves, por el hambre y el sueño de los niños, Orquídea decidió ir rápido a buscar RD$100 prestados para comprar la cena.
A su madre ya le habían regalado unos guineítos, por lo que solo era cuestión de ir al colmado a buscar aceite y huevos, pero prefirió ir a la fritura.
El incendio se expandió rápido, pues la madre de los niños llevaba pocos minutos fuera de la casa cuando empezaron los gritos de una vecina que sintió el calor y el humo que salía de la pieza de Orquídea Brazobán.
Mientras con la mirada perdida y los brazos cruzados, sentado en un murito frente a los escondros de las casas que se quemaron y donde llevaba ocho meses viviendo, Roberto Eugenio Moquete no sabe qué hacer, lo perdió todo, su casa fue afectada.
Zoom
Que hagan algo
Juliana Belén vivía junto a su hija y sus nietos en una pieza que se incendió. Se mantenía de lo poco que podía arañar a diario, pues no tenía trabajo fijo. El cáncer que padeció su hijo le impedía asumir un compromiso laboral. Ahora solo tiene la remúa que llevaba puesta al momento del incendio. Y es que hasta su documento de identidad perdió y aunque no le gusta mendigar y con la humildad y vergüenza propia de quien no tiene nada que no sea sus manos para trabajar, pide ayuda para encontrar un sitio para vivir. Igual hizo Francisca Martínez, dueña de las casas incendiadas, que dice ya no tiene nada.