Las caras del poder

Las caras del poder

Kenneth E. Boulding, en su obra «Las tres caras del poder», señala que «el poder personal empieza con el poder sobre el medio físico; el poder de caminar y correr; el poder de hacer casas con las manos; el poder de hablar, cantar y silbar; el poder de servirse del martillo y de la sierra y de utilizar un avión, trabajar con un ordenador a leer un libro».

Pero, en la gran mayoría de las personas, la primera experiencia de aprendizaje del poder se manifiesta en el seno de la familia y, por desgracia, el poder destructivo tampoco falta en la familia y se manifiesta de forma sombría como el caso de pegar a la mujer y maltratar a los hijos.

Este es el comienzo del poder arrollador que se hace presente en la vida a diario y termina avasallando a toda la sociedad.

Lo que no comprenden ni llegan a entender los que detentan el poder es que el abuso del ejercicio de éste termina destruyendo al mismo poder. Por eso, una de las habilidades de mantenerse en el poder se basa, precisamente, en conocer cuándo debe usarse y cuándo no. Pero si una sociedad quiere vivir en paz no se puede dar el lujo de no controlar el poder, porque está de más decir que la piedad no la conocen los poderosos, como tampoco conocen la lealtad, la amistad, la ternura y mucho menos el amor, pues lo único que mueve los sentimientos del poderoso es el interés comercial y económico. No existe, pues, la ética en el poder, y como dice el director del diario español «La Razón», el señor Anson, solamente se puede salir del laberinto del poder derrotado o muerto.

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