Las Carreras: la tercera gran batalla de la nacionalidad

Las Carreras: la tercera gran batalla de la nacionalidad

Antes de ayer, el día 21, se celebró el 171 aniversario de la importante batalla de Las Carreras a orillas del rio Ocoa, que podría considerarse como una epopeya de grandes rasgos de estrategia militar bien llevada por ambos bandos de la contienda, el haitiano y el dominicano.
La codicia haitiana, por empecinarse en recuperar el territorio oriental de la isla después del grito de Separación de los dominicanos en febrero de 1844, se enfrió notablemente después de la derrota de Las Carreras. No fue hasta diciembre de 1855 cuando Soulouque, todavía emperador haitiano, desde su derrota en Las Carreras, volvió por las suyas con el mismo afán de dominio isleño y emprendió una nueva invasión por el sur hasta llegar a las cercanías de San Juan y en la sabana de Santomé sufrió otra derrota.
Y en enero de 1856 en Sabana Larga, en las cercanías de Dajabón, los haitianos sufrieron su derrota definitiva. Algunos días después volvieron a ser derrotados en una escaramuza en Jácuba. Desde entonces los haitianos desistieron de continuar invadiendo el oriente de la isla. Este descanso les permitió a los dominicanos consolidar su territorio y dedicarse a sus clásicas rencillas de pelearse por el poder hasta precipitar la anexión a España en 1861.
Desde su última invasión en 1855, los haitianos escogieron otra vía para penetrar pacíficamente al territorio dominicano. Era para asentarse libremente donde su mano de obra era necesaria por el desprecio del dominicano hacia las mismas. Primero fue en los ricos campos agrícolas del Cibao y a lo largo de la frontera en zonas dominicanas, que después de 1961, fueron abandonadas por los dominicanos. Ya en este siglo ocupan importantes zonas del Este del país en especial en Bávaro, Punta Cana e Higüey en donde el turismo, ahora en descanso por el covid-19, exigía de mucha mano de obra para construir, mantener y operar los hoteles.
Sin invasiones abrumadoras, sin el sonido de los cañones y de la fusilería, los haitianos se han ido apoderando de algunas regiones del país. Y ahora en este siglo XXI los dominicanos estamos siendo derrotados silenciosamente por una invasión que sin ruidos nos ocupa las zonas donde esa mano de obra occidental es muy necesaria, desde la agricultura hasta el mantenimiento y servicio en los hoteles del Este.
Y lo que en el siglo XIX les hicimos a los haitianos de morder el polvo de la derrota, ahora estamos siendo derrotados sin ellos disparar un tiro. En este siglo XXI nuestra derrota llega por el desprecio de los dominicanos a las tareas exigentes de gran esfuerzo manual en donde se posiciona la fuerza física de millares de haitianos imprescindibles para el desarrollo dominicano.
Después de la batalla del 30 de Marzo en 1844, los haitianos se mantuvieron en un amagar y no dar. Hubo batallas en 1845 como las de la Estrellita y Beller, y frecuentes escaramuzas hasta volver en 1849. Fue el año en que el emperador Soulouque decidió invadir la parte oriental para recuperar el dominio de la isla. En su avance hacia Santo Domingo, las tropas haitianas, fueron hostilizadas en El Número por Antonio Duvergé y al llegar a las orillas del rio Ocoa, Pedro Santana había preparado sus fuerzas de artillería, caballería e infantería para hacerle frente a las tropas enemigas bien armadas, pero agobiadas por el cruce de esas lomas a orillas del río y de su largo recorrido desde Haití.
Los dominicanos bien posicionados iniciaron el fuego de artillería y en un violento despliegue de valor los contendientes se mantuvieron enfrascados en un combate cuerpo acuerpo hasta que se oyó el llamado de una corneta para la retirada de los haitianos, estos se reagruparon y dejaron el campo de batalla repleto de cadáveres cuando era evidente la victoria dominicana. Parece queese toque de corneta fue una maniobra parecida a lo que ocurrió en la batalla del 30 de marzo en 1844 cuando a Pierrot le hicieron llegar un volante que supuestamente informaba que el presidente Herard había muerto en Azua.Pierrot de inmediato abandonó el campo, no sin antes recoger a sus bajas.
La historia nos narra que después de la batalla de Las Carreras en 1849 los haitianos y Soulouque se mantuvieron tranquilos hasta diciembre de 1855 que volvieron de nuevo a invadir con un Soulouque en las postrimerías de su régimen siendo derrotado en Santomé el 22 de diciembre de 1855 y en Sabana Larga en enero de 1856. Cinco años después los españoles anexaron al país a su reino.

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