Las cartas boca arriba

Las cartas boca arriba

Juan Bosch puso de moda un refrán popular dominicano según el cual “la última maña no se enseña”. Esa expresión campesina ya se encontraba en desuso en las ciudades. Recirculó entonces y alcanzó bríos y boga a causa del prestigio, político e intelectual, del fundador del PLD. Es obvio que los políticos nunca juegan con las cartas sobre la mesa. Siempre mantienen algo oculto. Por eso se dice que llevan “cartas escondidas en la manga”. La política está llena de misterios, revelaciones confidenciales, documentos secretos. Cuando las cancillerías y agencias de espionaje “desclasifican” los archivos viejos, salen a relucir todas las trapacerías del pasado; se ponen “a disposición de los historiadores”.

Esos papeles “desclasificados” muestran las insignificancias que preocupan a muchos políticos, la mezquindad que moviliza algunas de sus acciones. Clasificados como “secretos” durante años, pasan a ser “de dominio público”. Lo que se quería ocultar queda, finalmente, en claro. Durante el gobierno del generalísimo Francisco Franco la cancillería española hizo numerosas gestiones internacionales para que el Premio Nobel de Literatura no fuese concedido a José Ortega y Gasset. Considerado un enemigo político de gran prestigio, había que “bloquear” la concesión del premio. Es asombroso que a uno de los más notables escritores españoles de todos los tiempos se le haya tratado tan sañudamente.

Hay ocasiones en que la política interna se enmaraña de tal modo que, quizás, la mejor opción sea poner las cartas boca arriba. Lo cual equivale a contradecir las costumbres políticas ancestrales: ocultar y enredar las cosas, no importa que sean simples o compuestas. Es una vergüenza que haya sido en Rusia donde se inventó la “glasnost”, esto es, la transparencia, cristalinidad o vidriosidad. Hoy por hoy la transparencia no pasa de ser un mero decir mañoso.

Las cuestiones relativas a la salud pública, a la moneda, a la soberanía, no deberían presentarse “opacas”, ni “translucidas”. Deberían ser tratadas “a calzón quitao”, para usar un antiguo dicho vernáculo. Los gobiernos no tienen que sentir temor ante el juicio de la “gente ordinaria”, si sus gestiones van dirigidas al bien común. El tema de las relaciones dominico-haitianas, el de las “presiones internacionales” con respecto a los inmigrantes indocumentados, exigen la mayor claridad.

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