No es el título de una película aunque debería serlo, pero de una que, de tan mala y repetida, no quisiéramos volverla a ver jamás. Sorprende y espanta que todavía haya alguien con la suficiente cara dura como para proponerle al gobierno, con la excusa de mejorar el servicio, reemplazar las chatarras del transporte de pasajeros que inundan nuestras calles y avenidas por vehículos nuevos utilizando recursos públicos que, como nos ha enseñado la experiencia, terminan enriqueciendo a los dirigentes del transporte mientras las chatarras continúan tan campantes contaminando el ambiente, caotizando el tránsito y, sobre todo, desafiando todos los pronósticos de sus fabricantes sobre su vida útil. Por eso es de esperarse que en el Palacio Nacional se hayan tomado como una broma de mal gusto la propuesta del empresario del transporte Antonio Marte, presidente de la Confederación Nacional del Transporte (Conatra), de que el gobierno destine mil millones de pesos para comprarle vehículos nuevecitos a los sindicatos dizque para eliminar las chatarras. La propuesta trajo a la memoria, de manera inmediata, el Plan Renove con el que el entonces presidente Hipólito Mejía se proponía reemplazar miles de vehículos convertidos en chatarras por autobuses financiados por el Estado, que degeneró en un escándalo de corrupción por el que cayó preso el propio Antonio Marte, que evidentemente no aprendió la lección, y varios funcionarios de ese gobierno. Resulta cuesta arriba creer que este gobierno se dejará embaucar de los transportistas con un cuento tan viejo y conocido, pues en este país todo el mundo sabe, porque las sufrimos en las calles todos los días y parece que así será por los siglos de los siglos, que las chatarras son eternas.