FRANCISCO ÁLVAREZ CASTELLANOS
Cuando se habla de ruinas del mundo antiguo como auténticas maravillas, estoy plenamente de acuerdo en de que lo son…¡lo son!

Sin embargo, hay otras obras maravillosas que no figuran entre las primeras, aunque pueden serlo de pleno derecho.

Pongamos algunos ejemplos.

Tenemos las gigantescas estatuas de las islas de Pascua. Son inmensas, y el que las ve y hace sus cálculos, no puede ni siquiera pensar cómo pudieron los hombres de esa época extraer de una montaña de basalto, sita a unos kilómetros de la costa, los enormes trozos de roca, cómo llevarlos a la costa y cómo allí esculpieron las estatuas.                         

En el 1962, un grupo de periodistas que estábamos en el Centro Internacional de Estudios Superiores de Periodismo para América Latina (Ciespal), en Quito, Ecuador, fuimos llevados hasta a las islas de Pascua, con el fin de conocer los colosales monumentos. Y les puedo asegurar que a 45 años de ese viaje, todavía no he podido comprender cómo se llevaron a cabo. Y miren que he leído mucho sobre el asunto, numerosas tesis al respecto, pero ninguna ha explicado, aunque sea someramente, cómo se realizó aquello.

Es más, hoy en día se necesitaría de la más alta tecnología para llevar a cabo ese fantástico trabajo artístico-artesanal.

Primero habría que contar con una maquinaria capaz de penetrar en la sierra basáltica de donde se extrajeron los enormes trozos. ¿Cómo lo hicieron?  ¿Cómo llevaron esos voluminosos trozos basálticos hasta la costa? Y, finalmente, ¿de qué se valieron para esculpirlos, que herramientas usaron?

Hay que ir a las islas de Pascua para ver esos monolitos para darse cuenta que cientos de años, quizás miles, hubo hombres que tuvieron la idea, el arte y la capacidad para llevar a cabo unos monumentos que aún no comprendemos.

En lo que respecta a la comprensión y a mí…¡paso! No tengo ni la más ligera idea al respecto y hasta he llegado a pensar que pudo ser obra de…¡ extraterrestres, ¿por qué no?