Las ciudades letradas y la crítica

<P>Las ciudades letradas y la crítica</P>

Muchas interrogantes se plantean sobre el problema de la crítica en la literatura dominicana. Voy a apostar algunas respuestas. Al cuestionamiento sobre existencia de una crítica literaria en el país, se puede responder diciendo que somos un país fundador de la crítica en el continente.

La historia nos ayuda. A la distancia, las figuras de críticos como Pedro y Max Henríquez Ureña y como Carlos Federico Pérez, que realizaron una labor epistémica basada en la representación literaria y cultural. Cierto que en el orden local, el positivismo literario se extendió como un fantasma en la Era de Trujillo marcó nuestro derrotero literario.

Con la presencia dichosa de Antonio Fernández Spencer, quien guio a fines de la Era a la juventud de narradores, pasamos a los años finales de la década del setenta, cuando vinimos a tener una crítica muy unida a los movimientos epistémicos franceses y españoles: Céspedes, Rosario Candelier, Alcántara Almánzar, Josefina de la Cruz  son algunos de los nombres que apuraron una crítica distinta a la que se mantuvo bajo la Era.

Entonces, crítica hemos tenido y crítica tenemos. Creo que la nostalgia por cierta crítica se enfoca en la presencia de la crítica periodística. Quiero postular que la crítica periodística tiene un origen lejano y está ligado a  ciudades letradas que surgen en un momento histórico interesante.

Por una parte en una época signada por la introducción de la imprenta en el Caribe y por otra, el desarrollo de una comunidad de criollos con aspiraciones liberales.

En República Dominicana, las ciudades letradas aparecen mucho antes que la independencia. Tal vez la más importante antecesora sea la de los criollos que tuvieron que partir a distintos destinos, como Puerto Rico, Venezuela y Cuba, como consecuencia  de la cesión de la isla a Francia. Luego, con los hijos de esa ciudad formamos la primera ciudad letrada nacionalista, independentista, que dio los primeros rudimentos de una simbolización y una crítica literaria incipiente.

La última ciudad literaria del siglo XIX aparece con la Restauración de la República, la introducción del positivismo y la educación científico-racionalista de De Hostos. Si la primera nos dio las obras de los Guridi, de Ureña de Mendoza y Del Monte; la segunda, potencia en la poesía y la narrativa, a los Henríquez Ureña, a Galván, a Billini y, en el pensamiento, a Bonó, a López, y tantos otros.

La relación entre esa ciudad letrada, los periódicos y las revistas importantes que comienzan a aparecer a finales del siglo XIX, muestra que los grupos burgueses liberales tenían una relación diferente de lo que hoy pueden tener  sus homólogos. Por lo tanto, la prensa fue el medio de expresión inmediata de la literatura y la crítica literaria que, a principios del siglo XX, tuvo importantes exponentes, como  Rafael Deligne, los Henríquez Ureña, García Godoy, entre otros.

Al iniciar la dictadura de Trujillo existía una ciudad letrada que había dado ya obras importantes en la novelística, la cuentística  y en la crítica literaria dominicanas. Y si eso es así, me preguntará el amable lector, ¿qué ha pasado?  Volveremos más adelante con el tema.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas