Las competencias en la educación del siglo XXI

Las competencias en la educación del siglo XXI

Así, se hace imposible mantener el tipo de enseñanza-aprendizaje que existía hace unas décadas. Al clic de un dedo podemos a través de nuestro ordenador o celular tener acceso a los contenidos más modernos y antiguos de cualquier área del saber. Ya no son las enciclopedias ni bibliotecas los únicos reservorios.
Conviene, sin embargo, advertir que los jóvenes de esta época nacen y se desarrollan en un mundo cibernético, los hologramas, logaritmos y las programaciones son rutina para muchos de ellos. Este contacto con un mundo totalmente cambiante incita al cerebro, entonces se desarrollan nuevas conexiones y rutas sinápticas, promueve la plasticidad cerebral y la capacidad de aprender. La globalización unida a los nuevos avances de los medios de comunicación abre las puertas a otras culturas, otras formas de ver la vida, permite aprender nuevos estilos de hacer y promover negocios, faculta para entrar al mundo de cirugías robóticas, a construir puentes de estructuras colosales como muestra del desarrollo de la ingeniería; en fin, nos invita a conocer universos antes inconcebibles.
Pero lo más asombroso es que este tiempo extraordinario nos ofrece la enseñanza-aprendizaje a distancia para que todos los que tienen acceso al Internet estén interconectados. Y así, cada quien pueda dirigir la gestión de su propio aprendizaje hacia sus intereses particulares; adquirir conocimientos nuevos para solucionar los problemas o situaciones que plantea la vida y ser capaz de elegir su derrotero.
Ante un mundo en transformación constante las demandas de innovación surgen de manera autónoma y con ello la educación tradicional va cayendo en desuso. El estudiante tiene a su alcance todo el conocimiento de la humanidad y no hay posibilidad de que el profesor lo domine o conozca todo. Ambos, tienen acceso a los mismos saberes a través de la Internet, así que el profesor no es el dueño del conocimiento sino que se ha convertido en el que facilita la adquisición del mismo. Y es que la información está en manos de todos los que decidan investigar sobre el tema de que se trate. El estudiante no se limita a lo que está en los programas sino que tiene sus propias predilecciones y entra a mundos que a veces el profesor desconoce. Pero esto, lejos de ser un problema, es en verdad el sueño de todo buen profesor: el estudiante que investiga.
Al respecto conviene señalar que los estudios y experiencias del profesor hoy sirven para guiar o facilitar la adquisición de saberes; el desarrollo de habilidades y destrezas; y su justa aplicación. Se busca que el mismo estudiante vaya aprendiendo cómo distinguir entre lo banal y lo significativo para su desenvolvimiento como profesional, como ciudadano y como miembro de su familia. El profesor se encargará de que los alumnos desarrollen las competencias más importantes del ramo de estudios de que se trate.
En cuanto al currículo, nos muestra lo que es necesario aprender para cumplir con lo que la sociedad espera del profesional, pero son los recursos didácticos los que permiten desarrollar las competencias identificadas como las críticas y necesarias. Son la formulación adecuada de los contenidos en los programas o sílabus, las herramientas y estrategias didácticas seleccionadas, las tareas y ejercicios, el ambiente fructífero del aula y la preparación profesoral, entre otros, los que impactan, desarrollan y fijan las competencias deseadas.
Respecto a las competencias, las generales tienen un potencial integrador y ayudan a crear una identidad propia que le permite al estudiante desarrollarse como ente autónomo con ideas y sentimientos propios, tomar decisiones junto a los equipos de trabajo y sumar valor al asumir su rol dentro del contexto general. Son aquellas que todo individuo debe tener para desenvolverse en la sociedad como ente productivo, preocupado por el desarrollo de su sociedad y del mundo. Son los atributos que pudieran generarse en cualquier titulación y son considerados importantes por la sociedad como lo son: la capacidad de aprender, la capacidad de análisis y síntesis, la capacidad crítica y autocrítica y la competencia digital, entre otros, que son comunes a todas o casi todas las carreras.
Las específicas por su lado, se relacionan con áreas temáticas y son cruciales para cualquier titulación porque están relacionadas con el conocimiento concreto de un área en cuestión, confieren identidad y consistencia a los programas académicos. Ambos tipos de competencias son importantes para el desarrollo de la conciencia social que toda academia aspira a desarrollar en sus egresados.
Actualmente, resulta prioritaria la necesidad de desarrollar las competencias que permitan al ser humano manifestar sus potencialidades. Es imperioso que el joven de este siglo sea capaz de realizar reflexiones profundas, análisis críticos, que pueda discriminar entre lo ético y no ético para poder tomar decisiones en bien de la humanidad. Es imperioso todo aquello que le ayude a desarrollarse como profesional eficiente, efectivo, autónomo, pero es fundamental que sea capaz de trabajar en equipo.

En efecto, una de las más importantes competencias a desarrollar, además de la capacidad de comunicación efectiva, es el ser capaz de realizar trabajos colaborativos. Solo el ser no individualista podrá aportar a la sociedad de hoy, destinada a caminar por los senderos del nuevo humanismo del siglo XXI. Para ello cada estudiante debe experimentar una variedad de enfoques y tener acceso a diferentes contextos de aprendizaje y formas de pensar, cualquiera que sea su área de estudio.

En cuanto al concepto de competencia debemos aclarar que no es nuevo. Se ha venido usando por muchos años en el mundo de los negocios donde se buscaba describir qué competencias se necesitaban para ejecutar adecuadamente una posición de trabajo. Fue así como surgieron las descripciones de puestos por competencias. El enfoque de las competencias surgió a raíz del requerimiento de las empresas de promover el aprendizaje organizacional, la competencia y la movilidad laboral. Países como Inglaterra, Estados Unidos y Alemania preocupados por tener organizaciones altamente productivas, incursionaron en el campo de la formación de trabajadores y directivos en el modelo de competencias. Pero fue en la década de los 90 cuando se consolida la gestión del talento humano basado en competencias.

Hoy, se busca que el estudiante gestione su propio conocimiento y que en el proceso de observar, imaginar, hacer y repetir lo hecho lo afiance. El profesor guía y facilita el aprendizaje y se asegura de una adecuada interpretación de la información que cae en las manos del estudiante. Se persigue que el estudiante a través de lo investigado, estudiado y reflexionado, al realizar sus prácticas o tareas, desarrolle las competencias necesarias para vivir una vida familiar y profesional plena: Fin real de toda educación que se precie de sacar al hombre del oscurantismo permitiéndole desarrollar sus potencialidades para el bien individual y colectivo.
Finalicemos estas consideraciones recordando a Edgar Morín y los 7 saberes necesarios para la educación del futuro y reflexionemos sobre qué competencias debemos desarrollar para que los jóvenes adquieran esos saberes: La ceguera del conocimiento basada en que la realidad y su conocimiento sufren reconstrucción continua por tanto su dominio total es imposible; la determinación del conocimiento pertinente o lo que verdaderamente se necesita saber; la aceptación de la condición humana como unidad y diversidad al mismo tiempo; la identidad terrenal y el concepto de interdependencia; la necesidad de enfrentar la incertidumbre como un hecho inevitable; la importancia de enseñar la comprensión y defender la ética del género humano; la necesidad de un pensamiento complejo que civilice nuestro conocimiento. Sin lugar a dudas, estos son saberes trascendentes y su dominio promueve una vida planetaria armoniosa, libre de incomprensiones, guerras y sufrimientos.

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